Me gustan las tanganas, pero ¡ojo!

Respeto a aquellos colegas que no vacilan en calificar las tanganas que se forman en un partido de “espectáculo lamentable”, “impropio de profesionales” y frases tópicas por el estilo. A mi, casi debería sentir vergüenza de afirmarlo, me encantan las tanganas, y más si Frank Rijkaard se implica en ellas como un jugador más. Acostumbran a romper la monotonía, a veces demasiado versallesca de un partido de fútbol, escenifican de un modo espontáneo y sincero la rivalidad y suelen aportar al público un plus de emoción e complicidad en la contienda. No viví la tangana más histórica del Barça, la que se produjo con el Botafogo, en el viejo Les Corts, la noche de la verbena de San Juan de 1956. Me han contado que Kubala, que había sido boxeador en Budapest, pegó la espalda a un poste de la portería de Travessera y se iba cepillando a Garrincha y sus compañeros tal como venían. ¡Apoteósico!. Sí ví, en cambio, el crochet que le arreó Milonguita Heredia a Goyo Benito en el Bernabeu, que dejó tumado al bravo defensa del Puente del Arzobispo. Me encantan las tanganas siempre que salga ganador mi equipo y, para no basta con ser impulsivo. Ahora mismo, tenemos más pesos mosca que pesados, y no es lo mismo que en la refriega se metan Touré, Milito, Gudjohnsen y Abidal, que tienen las de ganar, a que lo hagan los pequeñines del equipo. Y también hay que ser inteligente para no entrar al trapo de las tanganas profabricadas por las provocaciones. El Espanyol, también históricamente, ha sido especialista en tender este tipo de celadas en las que los nobles jugadores del Barça han quedado atrapados en alguna ocasión. Cuidado con entrar en las provocaciones en Montjuïc.

Positifo: que Barça y Sevilla son los dos únicos equipos de la Liga de las Estrellas que caminan con paso seguro en la Liga de Campeones, donde el Valencia ha fracasado con estrépito y el Madrid demuestra que resultados con el de Murcia no son sólo el producto de una mala tarde sino la confirmación de una tendencia.

Nejatifo: que Ronaldinho tenga que volver al equipo por las lesiones ajenas y no por méritos propios, que no los ha hecho pues los veinte minutos que estuvo en el campo en Lyon, amén de que sólo sirvieron para que los franceses empataran un partido que el Barça tenía ganado, mostró la desgana propia de la estrella que se siente ofendida.

¡Bon dia, bona sort i bon viatge a Ítaca !