Fractura social barcelonista

Acepto que José Mourinho no es uno de los nuestros. Nunca le dimos bola, porque tuvo la desgracia de llegar al peor sitio y en el momento más inadecuado. Es decir, al Barça de la llamada "fractura social", eufemismo amable que trata de esconder el levantamiento de una parte de la masa social, con el famoso "entorno" tirando de carro, para hacer añicos el club y tratar de reconstruirlo a partir de sus propios escombros. Lo que me da risa es que alguien diga que, con su insolente comportamiento como entrenador del Chelsea, el mejor entrenador mundial de los dos últimos años "se ha cerrado para siempre las puertas del Bará". ¿Acaso no le dimos en su momento con esas mismas puertas en las narices? ¿ha vuelto, pidiéndonos trabajo? ¿podríamos pagarle su minuta actual?. No seamos hipócritas: ¡Cómo íbamos a considerar a Mourinho uno de los nuestros si esa condición se la negamos a Josep Lluís Núñez, el presidente que puso al club en primera línea mundial! Y, cuantos tuvieron el desacierto de entrar -o no salirse- del Barça en el paréntesis que va desde el despido de Cruyff a su entronización como presidente "in pectore", forman parte de la legión de apestados que no merecen sino el desprecio del barcelonismo oficial, autodenominado "integrador". Acabo de percibir satisfacción por el fracaso de Koeman ¡el héroe de Wembley!, en el Ajax, como en su día leímos placenteras crónicas porque el Newcastle había dado la jubilación definitiva a sir Bobby Robson, por no decir que de Van Gaal sólo se escribe "siempre en nejatifo, nunca en positifo"...O de Rexach y de Bakero, lo mismo que de Aito García Reneses o de Valero Rivera. El sistemático y genocida ajuste de cuentas que aplica el "cruyffismo" indica el alto grado de insatisfacción -¿y rencor?- con que una parte del barcelonismo vivió los últimos éxitos del club, tan lejanos que pertenecen todos ellos al llamado "antiguo régimen".

Algo huele mal en Alemania

¿Habrían opinado Hamlet y sus amigos sobre fútbol, de haber vivido en nuestros días? Desde luego, la literaria frase “algo huele a podrido en…”, un Shakespeare de nuestros días podría haberla aplicado a muchos ámbitos de la actividad económica y social. Por ejemplo, al fútbol. Y más concretamente, al fútbol alemán. El otrora todopoderoso fútbol alemán vive una crisis que presenta múltiples facetas. Por más que se pretenda ocultar bajo la pantalla de la organización del Mundial-2006. Desde la quiebra del grupo Kirch Media, que pilló desprevenidos a los clubs que habían estirado más el brazo que la manga confiados en los ingresos televisivos, la Bundesliga no levanta cabeza. Para empezar, carece de las figuras que pueblan las ligas española, italiana e inglesa. Sin dinero no se pueden fichar jugadores “galácticos” y los Makaay, Ailton o Lucio carecen de la proyección mediática de los jugadores del Madrid, el Barça, el Arsenal, el Chelsea, la Juve o el Milan. Pero si los jugadores importados son de escaso relieve –siempre a la espera de que eclosionen definitivamente los Guerrero, Pizarro o Santa Cruz-, los jugadores del país tampoco son nada del otro mundo, como lo prueban los raquíticos resultados de la selección en los últimos años. En medio de ese panorama, la corrupción arbitral ha sido como poner a un enfermo de pulmonía en medio de una corriente de aire helado.
Que la Bundesliga sea, con la Liga holandesa, la más goleadora de Europa no quiere decir que sea la más espectacular sino la más desequilibrada…y la que tiene peores defensas. Los resultados de las copas europeas han ratificado esa situación: con mucha suerte, en el mes de marzo sólo va a quedar un equipo alemán, el Bayern de Munich, en las competiciones internacionales. El Bayer Leverkusen (3-1 en Liverpool) y el Werder Bremen (0-3 en casa ante el Lyon), han entonado ya la canción de despedida. Otros, como el Shalke, el Stuttgart y el modesto Alemania Aachen, se fueron ya de la Copa de la UEFA por la puerta falsa. El fútbol es muy sensible a los estados de ánimo colectivos puesto que vive un trasvase constante de emociones con su entorno. En un ambiente de depresión, desinterés y muermazo colectivo, sólo un nuevo “milagro alemán” podrá darle al Mundial del año próximo la marcha imprescindible para que no se convierta en un fracaso.

Bendito resultadismo

Ya me pueden venir los fantasmas de siempre con la historia de que lo que importa en el fútbol es jugar bien. Hace diez días fui al Camp Nou de Barcelona, donde se reunieron cincuenta monstruos del fútbol a beneficio de las víctimas del tsunami, y, mal contadas, no se reunieron ni 40.000 almas cándidas en las gradas. A los pocos días, un partido de rompe y rasga como el Barcelona-Chelsea, reventó la capacidad del estadio. Para que luego los gurús de siempre, dijeran que se habían aburrido como ostras porque el Chelsea, en vez de abrirse y dejarse golear, se cerró y, mientras el partido se matuvo equilibrado en el campo (antes de la injusta expulsión de Didier Drogba), lo dominaba en el marcador.
Hoy vengo de ver otra bazofia de partido: Numancia (colista de la liga española) contra Barça (líder), con empate a un gol (1-1). ¿Leeré mañana en los diarios que es indigna la actitud del Barça en Soria? ¿que decepcionó el líder? ¿que tiramos a la basura dos preciadas horas de nuestra vida? ¿que el paradigma del fútbol-espectáculo estaba obligado a más…? Esperemos a que abran los kioscos para salir de dudas. Pero mucho me temo que, como un Madrid horroroso acaba de perder en Riazor ante el Depor (2-0), y la ventaja del Barça se ha incrementado de siete a ocho puntos, el mísero empate azulgrana en Los Pajaritos de Soria nos va a saber a gloria. ¡Bendito seas, resultadismo!.

El Valencia se libera de Ranieri

A diferencia de los entrenadores que le precedieron en el Valencia, desde Héctor Cúper hasta hoy, a Claudio Ranieri ni siquiera le ha vencido la polémica “Aimar, sí”, “Aimar, no”. Los resultados han sido tan desastrosos que nadie va a llorar su destitución. Empezando por él mismo, que se llevará un buen pellizco de millones sin necesidad de soportar más una presión que partido a partido le resultaba más agobiante. Ganó la Supercopa de Europa ante el Oporto, con una plantilla que se había paseado un año antes por la Liga española y por la Copa de la UEFA pero luego vino el desplome en la Liga, el no pasar el corte en la Champions y el hundimiento total en la Copa de la UEFA. Mientras Oliveira y Canobbio fueron regalados y triunfan en sus nuevos equipos, La “italianización” (Di Vaio, Moretti, Fiore, Corradi) no le dio frutos y el equipo que había consolidado Rafa Benítez perdió personalidad y empaque con las lesiones de Vicente y Ayala, la tardía incorporación al equipo de Mista (que cedió su puesto de titular), el declive del eje Albelda-Baraja y las intermitencias de Aimar, culminaron con la extravagancia de dejar a Cañizares, más que un jugador, en el banquillo. Ranieri hizo como Johan Cruyff, cuando dinamitó sin razón alguna el “dream team” tras la temporada en que mostró su mejor juego (la de Romário, la 1993-94), herido en su amor propio por el 0-4 ante el Milan en la final de Atenas. Cruyff cavó ahí su tumba como entrenador pero, al menos, era en gran parte artífice de aquella hermosa criatura que él destruyó. Ranieri se ha limitado a encender la mecha de una falla que parecía incombustible.

Los goles dividen a Europa

Las buenas delanteras ganan partidos pero las buenas defensas ganan campeonatos. Esa realidad, que tanto disgusta a quienes defienden un fútbol idealizado en el que diez jugadores por bando no se dedicaran a otra cosa más que a atacar a indefensos porteros, es la que dio campeones como los del año pasado: la selección de Grecia en la Eurocopa y el Oporto en la Liga de Campeones. Pese a que los grandes clubs invierten sumas más elevadas en fichar delanteros -que también son más caros- que en defensas, casi todos ellos terminan jugando los partidos con uno o, a lo sumo, dos hombres en punta. Por ello hay que felicitar hoy a Félix Magath (Bayern de Munich), Paul Le Guen (Olympique de Lyon), Rafa Benítez (Liverpool) y Frank Rijkaard (Barcelona), porque plantearon sus partidos de ida de los octavos de final de la Copa de Europa con una gran decisión atacante. Ganaron una batalla aunque es posible que, al final, la "guerra europea" la gane uno de los tres equipos italianos (Inter, Milan o Juventus), que entre los tres sólo marcaron dos goles pero que les permiten poner a todos ellos un pie en los cuartos de final.

Árbitro inadecuado en el Barça-Chelsea

Los miembros del G-14, el grupo de presión de los clubs más poderosos de Europa, practicamente copan las plazas de los octavos de final de la Copa de Europa: sólo tres de los supervivientes (Mónaco, Chelsea y Werder Bremen) no pertenecen a este "lobby". Curiosamente, uno de ellos, el Chelsea, es el favorito en todas las apuestas, no para ganar hoy en el Camp Nou sino para llevarse la competición. ¡Santa inocencia, la de los apostantes! El "Chelsky" de Roman Abramovic es visto con gran desconfianza no sólo en el fútbol inglés, donde jornada a jornada es claramente discriminado respecto del Arsenal y el Manchester United, sino también en la Liga de Campeones. La larga mano del G-14 tal vez no ha llegadon tan lejos pero, designar al sueco Anders Firsk como árbitro en el Camp Nou, es darle un gol de ventaja al equipo azulgrana. El colegiado escandinavo no está facultado para dirigir un encuentro tan cargado de pasión y trascendencia, después de la agresión que sufrió en el partido Roma-Dinamo de Kiev, cuya suspensión y posterior sanción al equipo italiano, adulteró toda la competición.

La mejor Liga de Campeones

Imposible mejorar la participación de la Liga de Campeones, que esta semana se reanuda con los octavos de final. Figuran en la competición los líderes de las siete mejores ligas europeas: Chelsea (Inglaterra), Milan (Italia), Barcelona (España), Bayern de Munich (Alemania), PSV Eindhoven (Holanda), Oporto (Portugal) y Olympique Lyon (Francia). Diez de los 16 equipos en liza, alcanzaron esta ronda en la pasada temporada, y otros (Barça, Inter y Liverpool), son asiduos de la Copa de Europa. Entre los participantes figuran diez que ya han ganado la Copa de Europa en una o más veces y entre todos ellos acumulan ¡33 títulos de la mayor competición continental!. A saber: Real Madrid (9), Milan (6), Bayern Munich y Liverpool (4); Inter, Manchester United, Juventus y Oporto, 2; PSV Eindhoven y Barcelona, 1. Otros dos, Bayer Leverkusen y Mónaco, han sido finalistas. Además hay confrontaciones apasionantes y yo cuento por lo menos cuatro de esas que los periodistas deportivos calificamos de "finales anticipadas": Real Madrid-Juventus; Barcelona-Chelsea; Bayern-Arsenal y Manchester United-Milan.
Un aliciente más: tales emparejamientos dejarán fuera de combate a cuatro de los favoritos, por lo que difícilmente, ni en cuartos de final, ni en semifinales ni tal vez en la mismísima final, volveremos a tener tal concentración de calidad como en estos octavos de final, para un servidor los mejores de la historia de la Copa de Europa.

El coloso madridista en llamas

Las derrotas casi nunca llegan en un buen momento pero la del Real Madrid ante el Athletic de Bilbao, a muy pocos metros de donde se produjo el pavoroso incendio del rascacielos Windsor, todavía humeante, ha inflamado el Bernabeu. La misma semana en que Ronaldo ha dado un espectáculo con el simulacro de su nueva boda en París, la desconexión de algunos jugadores madridistas con sus obligaciones deportivas les hace más culpables a los ojos de su afición. Con el Barcelona escapado a siete puntos y la inquietante visita del Juventus en la Liga de Campeones, el "modelo Florentino" vuelve a estar bajo sospecha. Desdeñar al camerunés Eto'o, traspasado al Barça, porque no posee la estampa de "glamour" de los galácticos, se ha revelado como un gol que los responsables del marketing madridista le han metido a los técnicos del club. Es el segundo error de la misma magnitud que comete el madridismo: el primero fue prescindir de Makelele, ahora pieza básica del Chelsea. Fichar jugadores sólo por el efecto multiplicador del negocio que proporciona su imagen comercial, y dejar en segundo término si son verdaderamente necesarios para el equipo es hacer oposiciones a salir chamuscado del Bernabeu. Como ha salido esta noche Florentino Pérez.

Ronaldo, ¿héroe o villano?

Ronaldo es uno de esos futbolistas ante los que ningún aficionado puede quedar indiferente. A su reciente boda, celebrada en París, acudió una nutrida representación del Real Madrid, empezando por el presidente, Florentino Pérez hasta terminar en un buen puñado de jugadores merengues. Pero, la posterior tardanza del futbolista en reintegrarse a los entrenamientos, ha desatado las iras en el club. Una reacción razonable, puesto que el Real Madrid no sólo tiene los cinco sentidos puestos en dar caza al Barcelona, líder de la Liga, sino que el próximo martes tiene un compromiso al más alto nivel, ante el Juventus de Turín en la Liga de Campeones. El aparente desinterés de Ronaldo no favorece el clima de concentración con que tanto él como sus compañeros deberían afrontar tales compromisos. Ello se produce cuando el antes infalible goleador lleva unas semanas bastante desacertado y no son pocos los madridistas que reclaman la titularidad para Michael Owen, cuyo rendimiento la hace merecedor de un puesto en el equipo titular.
Lo curioso de la situación de Ronaldo es que ahora deploran su falta de compromiso con el Real Madrid muchos de los que criticaron a Louis van Gaal que precisamente desaconsejó la vuelta del jugador brasileño al Barcelona por su discutible profesionalidad. "No queremos a un futbolista que se va a jugar al golf cuando sus demás compañeros están preparando la temporada", dijo entonces el técnico holandés. Palabras premonitorias de lo que está pasando con el futbolista en Madrid y que demuestra que los grandes jugadores deben ser valorados no sólo por su calidad deportiva y humana sino también por la buena actitud profesional, la entrega y el compromiso con la camiseta y sus restantes compañeros. Algo que, en el caso de Ronaldo, no se cumple al ciento por ciento.

De la superstición a la "madriditis"

Como a muchos barcelonistas, el 1-4 de La Romareda me supo a gloria bendita. Habría sido mucho mejor con un desliz del Madrid ante Osasuna, pero eso es algo que no está en la mano del Barça y, por lo tanto, sólo los muy supersticiosos podrían creer que hay una relación de causa-efecto entre los resultados del Barça y los del Madrid. Por lo visto, esa superstición ha llegado también a las altas esferas del club azulgrana, por lo que se han negado a jugar en domingo y un día después del Madrid, porque las tres derrotas del Barça en la Liga (Betis, Villarreal y Atlético), se produjeron en partidos televisados por Canal +, que se jugaron después de sendas victorias del Madrid. Estoy de acuerdo en que el Barça defienda sus intereses, y creo que es mejor que los jugadores dispongan de un día más de descanso ante la visita del Chelsea, en el que considero va a ser el partido más importante y más “mediático” de cuantos lleva disputados y de cuantos le quedan por disputar al Barça esta temporada. También aplaudo que, al menos por una vez, los deseos del club (aunque los socios y aficionados en general prefieran los partidos en domingo) no se vean sometidos a las draconianas exigencias de la televisión. Lo único que ya no me gustaría tanto es pensar que todo este tinglado obedece a una repentina recaída en la 'madriditis', sólo una semana después de haber sacado pecho y pregonar que ganaríamos la Liga

Fuera racistas del Camp Nou

Las denuncias de Samuel Eto'o, valientes e imposibles de refutar, han golpeado en más de una conciencia indiferente sobre la cuestión racista. Confío en que el partido del miércoles, ante el Chelsea, sea una muestra clara, nítida, indiscutible, de cuál es la posición del barcelonismo. Lo digo porque son muchos los asiduos al Camp Nou que nunca han oído aullidos simiescos contra el madridista Roberto Carlos. Tampoco en el Bernabéu oyeron los hinchas del Madrid gritos semejantes contra Carlos Kameni y Didier Domi, y hay quien no los oye en Montjuïc contra Marcos Assunçao, del Betis, contra Kome, del Getafe, y hasta contra su propio portero camerunés. Gritos que han obligado a que la Comisión Antiviolencia abra algunas investigaciones al respecto.

¿Por qué me preocupa ese aspecto del partido contra el Chelsea? Porque bastaría que uno solo de los que insultaban a Roberto Carlos se comportara del mismo modo con Claude Makelele, Alexis Gallas, Didier Drogba o Geremi, para que el oprobio recayera sobre el Barça. Basta con recordar que por el sujeto o la sujeta que deslizó sobre el césped una cabeza de cochinillo, todavía nos dicen el nombre del puerco. Y no es menester que recordemos aquí que todos los periodistas ingleses vendrán predispuestos a detectar cualquier exabrupto de carácter racista, después de que el ínclito Luis Aragonés tuviera la ocurrencia de escandalizar al mundo con las barbaridades que dijo a José Antonio Reyes sobre Thierry Henry.

Pero no es por temor a una sanción ni por el qué dirán que el Camp Nou debe tener una conducta ejemplar. Debe hacerlo por convicción y el propio público es el que debe acallar, si se producen, los gritos de algún desalmado impresentable. Que, además, insultando a jugadores visitantes, está insultando también a los de casa porque Samuel Eto'o ha sido claro al solidarizarse con todos los jugadores, y no jugadores, víctimas de la lacra del racismo: “Cuando los insultan a ellos, es como si me insultaran a mi”.