Masters & Commanders

Me temo que mi admirado Mourinho y su Chelsea pincharán hoy en Bolton, deberán aplazar una jornada más el alirón y les pillará en medio el compromiso de Anfield Road, un pésimo momento para que surjan dudas en el vestuario de los bleus. Pero, así es el fútbol. Procuro ponerme ante los supuestos más originales y complicados. Y ello no siempre es bien acogido a mi alrededor. Por ejemplo, mis vaticinios de que el Real Madrid ganará sin problemas en Anoeta, han irritado a muchos barcelonistas que conozco. Esa es también la impresión que he recogido tras exponer mis pronósticos en las dos tertulias en las que he participado esta tarde: “Força Barça”, el programa de Alfons Arús en Citytv, y “La Graderia”, de Ràdio Barcelona.
Sin que ese fuera mi propósito, es como si hubiera tendido una trampa para que mis correligionarios barcelonistas se sincerasen. Y han caído en el cepo. Porque yo, que soy un resultadista confeso y más convicto que el Narigón Bilardo, defiendo que la lucha agonística del Madrid en pos de la utopía, embellece este final de temporada, a la vez que revaloriza el triunfo del campeón. Acabo de ver “Master and Commander” en televisión y la obstinada y encarnizada lucha naval del capitán inglés que interpreta Russell Crowe por dar alcance a la fragata francesa me ha parecido una metáfora de este final de liga que aún puede depararnos nuevas emociones.
Pues bien, ¿qué observo en el entorno barcelonista en el que me muevo? Contradicciones cargadas de hipocresía. ¿Qué provoco cuando digo que hemos recuperado un hermoso final de temporada? Receles, repulsión y antipatía. Y, ¿a qué lo atribuyo? A que hay desconfianza entre muchos barcelonistas en su propio equipo, tal vez consecuencia de un histórico complejo de inferioridad ante el Madrid del que todavía no estamos curados. Y, ¿por qué no hemos superado ya esa patología, después de los triunfos del llamado Dream Team? Pues porque el haber idealizado un equipo que siendo al decir de muchos el mejor del mundo, en definitiva, ganó tres ligas sobre cuatro por deméritos de los demás, ha tenido una influencia perniciosa sobre la psique azulgrana: la semana pasada nos falló el Villarreal y hoy rezamos para que no nos falle la Real Sociedad.
El único que parece confiar en el Barça (que puede permitirse perder dos de los cinco encuentros que le quedan, y puede que los pierda), soy yo. ¡Les joroba que yo mantenga la fe y no tema a los éxitos del Madrid! Y esa confianza en mi equipo es lo que me hace aparecer como un bicho raro a los ojos de los barcelonistas normales. Y les llamo así porque ya asumo que el anormal soy un servidor de ustedes.

Nota.- Me tomo un descanso del blog hasta el lunes. Para entonces, haremos balance del fin de semana y ya me ajustareis cuentas si todo ha sucedido al revés de lo previsto. Y, espero que si el Madrid gana en Anoeta, mis camaradas barcelonistas compartan mi fe en su equipo.

¡Good weekend, Chelsea and all people!

Ganareis en Anoeta

Para que suceda lo que he previsto (que el Barça se proclame campeón de Liga en la penúltima jornada del Campeonato, en casa y ante el Villarreal), sucederán antes tres apasionantes jornadas. Para empezar, el Madrid ganará en Anoeta a la Real Sociedad y el Barça despachará sin mayores agobios (o eso espero) al Albacete. Pero ¿habéis pensado en qué situación quedará la cosa? Los mismos seis puntos de diferencia, una jornada menos…aunque el Barça ante la perspectiva de viajar a Mestalla y el Madrid que recibe al Racing. El péndulo de la moral volverá a tomar el puente aéreo, pero esta vez con destino a Barajas. El As recogerá los frutos de lo sembrado y el Marca tendrá que vestir los ropajes del penitente. Y a lo mejor hasta el victimismo vuelve a tomar el puente aéreo, pero con aterrizaje forzoso en El Prat.
Y todo eso es fabuloso para la Liga, porque a la semana siguiente el Madrid se pondrá a tres o a cuatro puuntos, en el mejor de los casos para el equipo azulgrana. ¿En qué me baso para afirmar todo eso con total rotundidad? En que, después de fracasar en mi obstinación para que amnistiaran a Zidane, los Solari, Celades, Guti...harán el mismo o parecido papel que los Oleguer, Giuly y Gerard en La Rosaleda. Es el momento en que entra en acción la clase media de la plantilla (el peor merengue es mejor que la figura de la Real, bueno, sin contar a Portillo). Y el Madrid cuenta además con la vuelta de un Figo convertido en Orlando furioso, un inspirado Ronaldo y el mejor Beckham de los últimos dos años.
¿Estoy haciendo un análisis serio, mojándome a diferencia de lo que sucede en la prensa convencional o expresando un deseo? Tres en uno. Todo lo que he escrito en los párrafos anteriores, va a Misa. Quiero que la Liga se revalorice con un apoteósico final que sólo puede dárselo el mano a mano entre el Madrid y el Barça.
Siempre habrá alguien que diga: “Oiga, que usted pensaba todo lo contrario hace sólo unas semanas”. En efecto, pero es que un servidor no es dogmático sino abierto a lo que pueda aprender de los demás. Este blog no me sirve sólo para escribir: también lo utilizo para leer, es decir, para leeros. Y la idea la he extraído de vuestros comentarios. Según la recreación que he hecho de determinados partidos decisivos (adulterados por las expulsiones), el Barça estaría ya a punto de tocar la tercera Copa de Europa (para vengar al Gran Johan, mancillado por el Milan en Atenas). En general, os habeis cachondeado de mis fantasías oníricas sobre lo que debió ser y no fue. ¡Qué fácil y divertido es reírse de las ucronías!. ¿A que no hay narices de reírse HOY de mis vaticinios? Porque, claro, hacerme la pedorreta el lunes si las cosas no suceden como las he previsto, será propio de ventajistas. Es ahora cuando hay que mojarse (¿comparte alguien mi pronóstico, Real Sociedad, 1- Madrid, 3). Porque el lunes, cuando ya sepamos si es macho o es hembra, hasta Cruyff y Valdano se atreverán a dar su opinión.

¿Puede alguien rebatirme esto?

Lo diré de otra manera: que Rafa Márquez no pudiera jugar el partido Chelsea-Barça en Stamford Bridge, se me antoja decisivo para el desenlace final de la eliminatoria. Estoy convencido, aunque todo el mundo podrá argumentar que se trata de una apreciación personal, que si el mexicano hubiera jugado aquel partido, el Barça habría recibido anoche en el Camp Nou al Liverpool y hoy estaríamos reservando hotel en Estambul ante la perspectiva de una final Milan-Barça, ¡revancha de Atenas’94!. Es decir: la tarjeta que le mostró Anders Frisk a Márquez en el Camp Nou, ha privado al barcelonismo de una tercera Copa de Europa (más adelante vereis por qué digo tercera). ¿Guarda proporción la falta del mexicano con el daño infligido al Barça por la severidad de su sanción...?
Tampoco olvido que, tras una colosal temporada, Andoni Zubizarreta no pudo disputar una fantástica final de la Recopa en Rotterdam, frente al Manchester United…por haber recibido una tarjeta amarilla a causa de una falta menor. Busquets, su sustituto, no logró detener dos remates de Mark Hughes, figura de aquella alineación de diablos rojos junto al capitán Brian Robson.
A mayor abundamiento, ¿se habría ganado la final de Sevilla, frente al Steaua de Bucarest, de no haber visto en la eliminatoria ante el Goteborg una estúpida tarjeta Ramon Maria Calderé? Lo afirmo de un modo rotundo. Porque, en ese momento, Calderé era el pulmón del equipo, el Puyol, guardando todas las distancias que uno quiera.
El mismo razonamiento se podría aplicar a otros equipos. Lo he hecho con el Barça porque es el que mejor conozco. Y lo he hecho a sabiendas de que tendré que cargar con la ignominia de que me llamen victimista. Pero, para quien lea este comentario con la cabeza y no con otra parte de su anatomía, entenderá lo grave, desproporcionado, injusto y de daño irreparable (además de exclusivo del fútbol), que resulta eso de privar a los equipos de uno o varios de sus elementos en determinados partidos.
De acuerdo con lo expuesto hasta aquí, el Barça estaría en posesión de dos Copas de Europa (más otra Recopa) y dentro de unas semanas tendría la oportunidad de ganar la tercera.
Y que conste que todo esto lo he escrito en favor de una amnistía para Zidane, Michel Salgado y Samuel, en esta fase de la Liga en la que el Madrid persigue bellamente una utopía.

¡Bona nit i bona tolerància a tothom!

Exijo que juegue Zidane

Naturalmente, mi exigencia es un brindis al sol. Pero a mi no me agrada ver que en partidos decisivos quedan fueran grandísimos jugadores por una miserable tarjeta, una apreciación arbitral, un arranque de mala uva a veces motivada por una injusticia anterior, un cruce de cables momentáneo, un tomarse la justicia por su mano ante la indefensión…
Creo que voy una decena de años por delante de la FIFA, pero no tengo la menor duda de que en un futuro no muy lejano se suprimirán las sanciones de suspensión de partidos a jugadores, salvo en casos excepcionales (por haber provocado una lesión grave de forma intencionada, por ejemplo). Porque siempre me ha indignado ver que en grandes encuentros, equipos que se merecen un monumento, como el PSV Eindhoven actual, deben jugar con el freno de mano puesto ya que tienen a medio equipo amenazado de suspensión (era el caso ante el Milan de Cocu, Van Bommel, Oijer y otros).
Aún me duelen las lágrimas de un casi adolescente Paul Gascoigne, que por una tarjeta excesiva iba a perderse la posible final del Mundial de Italia’90 (donde la Inglaterra de Walker, Waddle, Gascoigne, Platt, Lineker…es decir, la de Bobby Robson, fue de lo mejor que he visto en un Mundial). Me jorobó que un soberano Bayer Leverkusen no pudiera contar en la final europea del 2002 contra el Madrid nada menos que con Michael Ballack y Ze Roberto, más de medio equipo. O que Pavel Nedved, al año siguiente, derramara también lágrimas en el Bernabeu (un campo maldito en su carrera), porque una tarjeta injusta le apartaba de la final de la Copa de Europa ante el Milán, por la que tanto había peleado. No concibo que tenga el mismo castigo mi admirado Xavi, que se hizo enseñar una tarjeta de conveniencia, convirtiéndola en un premio, que el veterano Oijer, que se perderá el partido de vuelta ante el Milan en Eindhoven.
Estoy contra las suspensiones, que no las hay en ningún otro deporte que yo sepa, e incluso contra las expulsiones dentro de un mismo partido, porque el mal que el impulso incontrolado de un jugador inflige a todo un equipo y a veces a toda una afición, es irreparable. Haría como en baloncesto (que al jugador que agota las personales le reemplaza un compañero) o como en balonmano (suspensiones temporales). O pediría ideas, las vuestras sin ir más lejos, para aplicar cualquier otra fórmula que evitara adulterar un resultado por razones de dudosa ecuanimidad deportiva.

¡Bona nit i tolerància a tothom!

Ruido merengue y furia azulgrana

Seguramente habré encendido yo alguna mecha para que mis comentarios provoquen reacciones tan incendiarias como las que se fueron produciendo durante toda la jornada de ayer. Detesto el cruce de insultos y descalificaciones a otras personas, incluidos algunos colegas míos con los que puedo estar en desacuerdo pero defendería a muerte su derecho a expresarse libre y respetuosamente.
Pienso seguir escribiendo aquí mi artículo diario. No voy a borrar los mensajes malsonantes ni declarar a nadie persona non grata. Eso sí: me agradaría que quien quiera insultar, injuriar o denigrar a alguien (lo que desapruebo), tuviera la gallardía de hacerlo con alguna seña de identificación y no desde el anonimato. Lo digo porque yo quiero que este sea un foro en el que podamos ejercer el derecho a la discrepancia, incluso al antagonismo, la réplica y la contrarréplica. Pero entendido todo ello como ejercicios de civismo, desde la libertad y la tolerancia.
Prefiero no suponer que, puesto que el blog ha alcanzado una relativa audiencia, superior a la que yo mismo imaginé al ponerlo en marcha, alguien se ha propuesto desprestigiarlo, como un modo de desprestigiarme a mi. Y que los mismos que me han cerrado otras tribunas de expresión, se hayan propuesto silenciar también esta modesta forma de eludir sus censuras. Prefiero pensar que no hay nada premeditado sino visceral en los insultos que ayer rebajaron sinceramente el nivel de este debate electrónico, dañando su credibilidad.
Y, si fui yo quien encendió la mecha, pido disculpas. Porque nunca comparé las siete ligas del Barça en quince años (a una liga cada 2,14 temporadas) con las de ningún otro equipo sino que mencioné ese dato estadístico para insistir en que el club no viene de la miseria más absoluta como se nos quiere hacer creer. Un tema, por otra parte, recurrente en mis opiniones. Y, segundo, me parece elogiosa la actitud del Real Madrid (¡y semejante a la del Barça de hace un año!), de perseguir una quimera hasta el último partido.

¡Bona nit i pau a tothom!

Ruido y furia merengue

El Barça ya está más cerca de ganar su séptima liga en los últimos quince años, es decir, al promedio de casi dos por año. No se entra en ninguna nueva era, no se sale de ningún largo túnel, no se llega a la ribera de ningún desierto sino que se restablece en cierto modo una normalidad. Una normalidad truncada cuando en el seno del propio club se produjo el doloroso alzamiento que muchos recordamos con pesar y con el mismo espíritu de reconciliación que apreciamos en la parte contraria.
La séptima de nuestras últimas ligas, las del fútbol contemporáneo, las de verdad, no las de cartillas de racionamiento ni conseguidas bajo dictaduras, está al caer. Y me alegra que sea con un Barça brillante, recuperado deportiva y anímicamente de su tropiezo ante el Chelsea (que le llevó a perder la brújula ante el Betis y el Madrid). Fantástico el 0-4 del Barça en La Rosaleda de Málaga, porque respondió sin pausa a un agónico triunfo del Madrid sobre el Villarreal. Reconozco que, por primera vez en la temporada, el Madrid está a la altura del Barça desde hace tres jornadas. Por primera vez le planta cara, trata de presionarle e incluso le plantea una guerra psicológica. Pero pincha en hueso, primero porque llega tarde y, segundo, porque este Barça está muy fuerte, muy seguro de sí mismo y es muy competitivo. Ha renunciado a determinados alardes suntuarios de su juego para hacerlo más eficaz. Da lo mismo que falten Puyol y Eto’o en un partido y Márquez al siguiente, en el que Ronaldinho (hablo de Málaga), apenas asomó. Es todo el equipo el que se ha conjurado, aparecen los hombres del segundo nivel, los Oleguer, Giuly (¡portentoso!) o Gerard, imprevisible, para mandar su recado al Bernabeu.
Y, lo que son las cosas, ahora es el Madrid el que incurre en el victimismo. Entras en la web oficial del club, y te parece estar leyendo el libro de Alfredo Urdaci Días de ruido y furia. Cobran vigencia ahora en mi memoria los gritos de Luis Figo a la multitud que aclamaba en la Plaza de Sant Jaume al Barça ganador (la sexta de esas siete ligas), invitándoles a cantar: “¡Madrid, llorones, saludad a los campeones!”.

Caín era del Barça

Cuando oigo que sale un nuevo libro sobre el Barça o de temática azulgrana, me pongo a temblar. ¿Contra quién estará escrito?, es lo primero que pienso. Porque el barcelonismo no disfruta si no es pasando a cuchillo su propia historia. Parece que no hay otra forma de escribirla más que mojando la pluma en la tinta del resentimiento. Y pondré varios ejemplos.
Asistí el jueves a un debate muy concurrido organizado por la Penya Barcelonista de Granollers sobre las secciones del Barça. Y me dí cuenta de que a Pesic se le recuerda más como el entrenador que no supo retener a Jasikevicius (tras un drástico recorte de presupuesto) que por haber sido el primero y único en ganar la Euroliga para el club azulgrana, en una apoteósica temporada en la que el Palau conquistó la triple corona del baloncesto.
Acaba de salir un libro sobre el nuevo régimen del Barça, del que no he podido terminar ni el prólogo para no ponerme enfermo. A Van Gaal se le recuerda como el exterminador de la cantera (ya saben: “tu no tienes ritmo”, a Óscar García, que se ha arrastrado de fracaso en fracaso, por no decir otra cosa). Ni se menciona que el tirano holandés ganó nada más llegar el único doblete desde Helenio Herrera –Liga y Copa- ni que encadenó dos ligas consecutivas de calle sin que los madridistas puedan decir que nos las regalaron el Tenerife ni el Valencia. Ni se le recuerda por haber promocionado al primer equipo a Xavi, Puyol, Gabri, Valdés, Oleguer o Iniesta, porque ¡pobres de ellos si se atreven a mostrarse públicamente agradecidos con el cabeza de ladrillo!
También Enric Masip, el gran capitán del dream team de balonmano, ha escrito un libro que todavía no he comprado. Pero ya sé que lo más jugoso es que pone a parir a Valero Rivera del que ahora hemos sabido que evitaba que sus jugadores deambularan bajo un sol de justicia por el Trofeo Godó de tenis o les hacía entrenarse apenas terminado el banquete de bodas de Iñaki Urdangarín. ¡Qué cabroncete el tío! ¡Así, cualquiera gana setenta grandes títulos!.
En fin, yo mismo no escapo a tan mezquina inclinación y admito que tengo una fijación con algunos personajes de la historia más reciente del club a los que considero el cáncer del Barça. Pero, ¡coño!, es que yo también soy barcelonista.

Nota.- No olvido todos los temas prometidos (cómo eché a Núñez, etcétera. Pero la actualidad es lo primero).
Me tomo dos días sabáticos de blog pero os animo a que sigais enriqueciendo su pluralidad con vuestros interesantes puntos de vista.

¡Bona Diada de Sant Jordi a tothom!

Figo, capítulo final (por ahora)

Luis Figo llegó al Barça en una temporada perdedora del equipo azulgrana, la segunda consecutiva sin ganar ningún título de la mano de Johan Cruyff, quien en un ataque de furor tras el 4-0 de Atenas, deshizo el dream team. Lo cual posiblemente podía entenderse con la explicación de que se había terminado un ciclo, el más brillante de la reciente historia del Barça. Lo inadmisible fue desmantelar aquella plantilla sin tener la más remota idea de cómo recomponerla, como quedó demostrado de forma patética.
El único fichaje no equivocado de aquellos tiempos de desconcierto, fue el de Luis Figo. ¡Descubierto en los juveniles del Setúbal por el joven ayudante de Bobby Robson en el Sporting de Lisboa, un casi imberbe José Mourinho!. El Dia de Sant Jordi del año 2000, se publicó en Barcelona el libro “Figo, nacido para triunfar”, escrito por el periodista Toni Frieros. Al hablar de la primera temporada azulgrana de Figo, la 1995-96, el libro recuerda que uno de los pocos éxitos del Barça ese año fue superar al Madrid (que quedó sexto en la Liga, por detrás del Atlético, Valencia, Barça, Espanyol y Tenerife), con un empate en el Bernabeu (1-1) y un claro triunfo en el Camp Nou (3-0).
Aquel partido del estadio azulgrana se disputó en un clima de gran crispación y con parte del público dispuesto a expresar su odio a Michellino Laudrup, que volvía a pisar el estadio pero vestido de blanco. Una pancarta llegaba a desear al jugador danés la misma suerte que a Juanito y Fernando Martín (+), lo que demuestra al punto que es capaz de llegar la animalidad del forofo, sea de donde sea.
Figo marcó un gol en aquel partido y en su biografía lo recuerda así: “Esa noche comprendí lo que se siente al marcarle un gol al Real Madrid con la camiseta del Barça. Existen pocas recompensas tan grandes para un culé como ganarle al Real Madrid y encima marcarle un gol. Kodro consiguió dos tantos y todo nos salió a pedir de boca”.
Por mi parte y por ahora, no hay más comentarios sobre el tema ni sobre el personaje, uno de los jugadores del Barça (como el propio Laudrup), a los que más he admirado.

¡Bona Diada de Sant Jordi a tothom!

Figo reclama sensibilidad

Siempre supuse que Luis Figo no tendría un final feliz en el Real Madrid. Esa idea, compartida por otras personas (incluidos algunos madridistas que conozco), parece que el único que no la esperaba era el propio interesado, que ahora se confiesa sorprendido y decepcionado por el trato que recibe en su actual equipo. Es verdad que los futbolistas son tratados como mercancías y la semántica del periodismo deportivo no tiene reparos en decir que fulanito “está en el mercado” como si fuera un manojo de puerros o un besugo, cuando su club ya no lo quiere. A cambio de ser tratados como semidioses, los jugadores han de aceptar su mundo sin compasión. Recuerdo que cuando Rinus Michels declaró “transferibles” a Lluís Pujol y Ramon Alfonseda, dos jugadores de la cantera muy queridos en el Barça, se justificó de un modo frío pero sincero: “En nuestro negocio no caben los sentimientos”. Idéntica frase que pronunció más de veinte años después su discípulo predilecto, Johan Cruyff, para explicar el increíble despido del portero Andoni Zubizarreta, en el mejor momento de su carrera.
Figo reclama ahora sensibilidad, un trato un poco más humano y deferente, cuando él se prestó a un traspaso que no era el propio del futbolista que quiere mejorar en lo deportivo o en lo económico sino que aceptó ser el instrumento de una felonía (pido perdón por la palabrita, propia de José María Ruiz Mateos, pero también la jugarreta Florentino-Figo tuvo un carácter excepcional).
Ni siquiera el pésimo comportamiento de una parte de la prensa de Barcelona (mañana explicaré algo que me tocó vivir en primera persona) ni la horrible conducta del Camp Nou, disculpan el carácter de traición que representó para el barcelonismo la marcha de Figo. Fue un parricidio deportivo y ahora está pagando por ello. Lo más sarcástico es que esta vez no es un desabrido público culé quien se toma la venganza por su mano sino que es el propio Real Madrid el que ha decidido, como la antigua Roma hizo con los asesinos de su antepasado Viriato, no pagar a traidores.

Firmo libros por Sant Jordi
Me da vergüenza decirlo porque parece que me haga publicidad y autobombo, pero Editorial Diëresis me ha pedido que diga que mañana, festividad de Sant Jordi, voy a firmar en Barcelona mi libro “¡Qué sabrá usted de fútbol!”…siempre que haya algún bondadoso lector que así lo desee. Tengo hora en el FNAC del Triangle (Plaça Catalunya), de 11 a 12; en el FNAC de la Illa (Diagonal), de 17 a 18, y en El Corte Inglés de Francesc Macià (antiguo Sears), de 19 a 20. Espero no sentirme muy poca cosa, solo, ignorado e invisible, al lado de algún mediático de esos que tienen que apartarse los lectores de encima.

Camposanto Camp Nou

Acabo de oir por la radio lo más grande: que Laporta y Pompas Fúnebres de Barcelona estudian convertir una pared del Camp Nou en columbario donde, en pequeños nichos, puedan colocarse las cenizas de los socios que así lo hayan dispuesto en sus últimas voluntades o que sean conducidos a esa última morada por sus deudos. Gran idea que dice mucho del emprendedor espíritu catalán: una vez vaciados los bolsillos del barcelonistas en vida, ¿por qué no exprimirlos como fuente de ingresos una vez hayan pasado a mejor vida?
El estadio, tantas veces panteón donde se han enterrado las ilusiones de muchos socios, se convertiría de este modo también en tumba de ellos mismos, su propio panteón. Y, puesto que en muchas familias barcelonistas se siguen renovando los carnets de los padres o abuelos desaparecidos, por puro sentimiento, sería interesante extender esa costumbre a todos los difuntos-abonados al columbario, para no perder el derecho a mantener la urna con sus cenizas a perpetuidad. Otra fuente de ingresos a estudiar, aunque en principio algo compleja, sería la llamada “urna lliure”, por la que un difunto podría ceder su nicho temporalmente, a imagen de lo que ahora se denomina “seient lliure” (asiento libre).
Claro que si algún día se produjera la resurrección de la carne en la que creen algunas religiones, podría crearse una gran confusión y promiscuidad entre vivos y muertos, que podría derivar en disputas por la propiedad del viejo asiento en la grada. Es decir, que antes de poner en marcha el novedoso camposanto Camp Nou, habría que tener prevista ya una futura ampliación del estadio. Que también sería otra fuente de ingresos y generaría al club pingües negocios paralelos.

¿Es el Barça perdedor?

La peña barcelonista de una ciudad regada por el Besós y bañada por el Mediterráneo, me ha pedido un artículo para publicar en el boletín extraordinario con motivo de cumplirse veinte años desde su fundación. Como el Barça está a punto de ganar la Liga de fútbol, me he entretenido en hacer inventario de los éxitos que esos peñistas y el barcelonismo todo, han podido celebrar en estos veinte años. Porque ese es un dato objetivo irrefutable frente a la sistemática manipulación de la historia azulgrana, realizada desde las tinieblas interiores que el fundamentalismo ha instalado en el propio club. De cuyas miserias, provocadas por la agitación y el alzamiento proboscídeo, ellos se presentan como providenciales caudillos salvadores, por la Gracia de Dios.
Pues bien: puedo felicitar a mis amigos porque están a punto de celebrar la octava liga azulgrana en su todavía joven existencia. En los últimos veinte años, el Barça de fútbol acumula 22 títulos que comprenden, además de las citadas ligas (ya cuento la actual), una Copa de Europa, dos Recopas, dos Supercopas de Europa y cuatro de España, cuatro Copas del Rey y una Copa de la Liga. Algunos de esos títulos serían menores sino hubieran sido prestigiados por la categoría del rival, el Real Madrid. Ningún otro club europeo del G-14 posee ese balance en los últimos veinteb años. O sea que, si hay descrédito y pérdida de imagen, habrá que buscar a los responsables no entre quienes dirigieron el club durante ese período espléndido sino entre quienes lo combatieron sañudamente.
En baloncesto se cosecharon 23 títulos, que incluyen una Copa de Europa, dos Koracs, 11 ligas, 6 Copas del Rey, etcétera. En balonmano el número de grandes títulos supera el medio centenar en veinte años, entre ellos seis copas de Europa. Y, en hockey sobre patines, en ese período de cuatro lustros, mis queridos amigos de la peña del Besós y todos los demás barcelonistas han festejado 20 grandes títulos, entre ellos cinco Copas de Europa.
Y todos esos éxitos se consiguieron siendo para sus socios el club más barato de Europa (de entre los grandes) y con un crecimiento continuado de su patrimonio. Pese a lo cual, no pasa el día sin que lea y oiga de los propagandistas del nuevo régimen, que por fin el Barça va a ganar algo, insistiendo deliberadamente en que antes de su llegada éste era un club perdedor y con una triste historia de desprestigio y fracasos a sus espaldas. O sea que el alarde de su barcelonismo consiste en escupir sobre su propio linaje, con gran regocijo de nuestros adversarios.

El largo adiós del Madrid

Barça y Madrid ganaron al Levante y al Getafe, como estaba previsto. Pese a la tendencia natural de los barcelonistas al pesimismo y la desconfianza, el equipo de Frank Rijkaard ha dado otra gigantesca zancada para proclamarse campeón. No estaban justificados los nervios del entrenador azulgrana, de los que dio muestras claras la pasada semana, y que sólo consiguieron crear incertidumbre entre la propia afición e inseguridad en sus jugadores. Esta vez, en cambio, reservó a Eto'o para mayores empresas y resolvió bien la baja de Puyol, al situar a Xavi como pivote por delante de la defensa. Como parace ser que Márquez se perderá el partido de La Rosaleda de Málaga por sanción, bueno será que el entrenador barcelonista repita la jugada y Xavi tome el mando de las operaciones, una función que habría podido desempeñar el italiano Albertini si su fichaje no hubiera sido un fiasco. Ojalá se le hubiera ocurrido esa solución en el campo del Chelsea, ante el Betis y en el mismísimo Bernabeu.
Pese a ganar en Valencia al Levante, la jornada no ha sido buena para el Madrid, porque faltan sólo cinco partidos y no ha conseguido recortarle puntos al Barça. El espejismo de los tres puntos (que en realidad eran cuatro más el goal average) le duró al Madrid menos de una hora: desde el 0-1 de Ronaldo en Levante al 1-0 de Ronaldinho en el Camp Nou. Y nada desanima más que comprobar que, por más que piques sobre una piedra, no consigues arrancar ni una esquirla. Del Madrid me ha gustado mucho Ronaldo, no sólo por los dos goles sino por su actitud, por sus carreras, sus pases, su implicación en el partido. Sus goles han maquillado a un equipo mediocre que ha vuelto a tener en Casillas un seguro a todo riesgo. Pero, aún habiendo encadenado dos buenos resultados, ante el Barça y el Levante (6 puntos de 6 y un 6-2 global), el Madrid ha despertado demasiado tarde para optar a la Liga...aunque esas victorias y las que pueda sumar hasta el penúltimo partido de Liga, contribuirán a mantener el negocio durante unas semanas más. Su adiós al título es inevitable, aunque sea un largo adiós.
¡Bon dia, amics!

Maxi, después del exterminio

Confío en que hoy será el gran día de Maxi López ante el Getafe. Siempre he sentido una especial atracción por los futbolistas humildes, por los que no reclaman más que una oportunidad y un trato no discriminado, los que no se proclaman salvadores del equipo y prefieren jugar cojos…a que otro les pueda quitar el puesto. Porque hay mucho cuento en eso del compromiso de las grandes estrellas.
Maxi López, al que jamás imaginé vestido de azulgrana (su perfil y condiciones me parecen adecuados a un Benfica o un París Saint Germain), me dio la primera sorpresa el día del Chelsea. Hizo un movimiento impecable para batir a Cech y chutó con gran convicción y colocación. ¡Ya podría tomar nota mi admirado pero desconocido Ludovic Giuly (aunque confío en que saldrá de ese cascarón mental en el que parece haberse encerrado!.
A Maxi López lo veo como esos jugadores de segundo nivel (el Luis García del año pasado), que se fichan para relleno o para ulteriores trueques y terminan imponiéndose, entre otras cosas, porque el público (no así los técnicos ni la prensa), sintoniza con ellos y valora la entrega como un signo de honradez. Me gustaría ver triunfar a Maxi, verlo convertido en el Solari del Barça: no necesariamente un titular donde todos los escaños están adjudicados, pero sí el providencial jugador número 12.
Además, con Maxi López el Barça puede pagar una deuda con el fútbol argentino, por la inmensa injusticia, de fondo y de forma, de que han sido víctimas Riquelme, Bonano, Saviola y Sorín, cuatro internacionales albicelestes acreditados, por el simple hecho de llegar en el peor momento al sitio inadecuado. No sólo les pasó a ellos sino a muchos otros, que tuvieron la desgracia de llegar al Barça en plena sublevación proboscídea en el club. Los pseudohistoriadores que proliferan estos días para tergiversar el golpe de estado encubierto que llevó a Laporta al poder en el Barça, escribiendo al dictado panfletos y libelos de nulo valor documental y dudosa calidad literaria, ¿hablarán del “exterminio” de argentinos? ¿lo considerarán una “limpieza étnica” del vestuario, como la que dicen que realizaron Robson y Van Gaal…? ¿llamaran exterminio a darle puerta a Jasikevicius…?
Cambio radical: doy ganadores al Madrid en Levante y al Barça contra el Getafe. Donde no lleguen los jugadores de ambos grandes, llegará su poder fáctico. Conviene que ganen los dos (o, de pinchar, que pinchen ambos), porque la Liga, antes que una competición deportiva, es un gran negocio.

Estoy con Rijkaard

Estoy con Rijkaard desde el primer día y, precisamente por ello me ha sorprendido que traicionara su talante narcótico para cruyffear descaradamente en los últimos días. Si toma como ejemplo al Sumo Hacedor de Prodigios, llegará a descarriarse. No olvidemos que, con el equipo que sus fieles consideran el mejor de toda la historia del Barça, perdió por 4-0 ante un Milan que todavía desprendía efluvios de Rijkaard, Gullit y Van Basten (aunque sólo éste último, lesionado, permanecía aún en la plantilla).
Es cierto que Rijkaard vino apadrinado por el Gran Johan, pero eso no me parece ningún defecto, pese a que en el historial de tan eximio ex futbolista figuren los Escaich, Eskurza, Sánchez Jara, José Mari, Korneiev y compañía. El año pasado, salvo Ronaldinho, que fue un fichaje exclusivo y personal de Sandro Rosell, incluso venciendo no pocas reticencias, todos los demás tenían el visto bueno del asesor in pectore del presidente (Rustu, Mario, Quaresma, Márquez, Van Bronkhorst y Luis García), un asesor que después se desmarcó de la arriesgada pero provechosa cesión de Davids.
Que para traer a Frank Rijkaard se hicieran llegar antes miserables ofertas destinadas a ser rechazadas por Guus Hiddink y Ronald Koeman, sólo provocó que Rijkaard fuera recibido por la afición y la prensa con la desconfianza propia de ser la tercera opción, arriesgada además porque no poseía el currículo que normalmente se le supone a un entrenador del Barça.
Pero poseía otras virtudes: conocimiento de un vestuario grande, de la alta competición y una gran serenidad para manejar a sus jugadores, sobre los que tiene una autoridad natural, sin necesidad de imponerse con arrogancia ni estridencias. Ese es su gran mérito y su hoja de servicios está a punto de incluir un formidable y éxito esperado por todo el barcelonismo. Que, además, se habrá producido frente a un Real Madrid supuestamente mejor que el de Di Stéfano, Puskas y Gento y en un año que, tras haber fichado bien (cosa extraña teniendo a un inepto de secretario técnico), la plantilla azulgrana se ha visto azotada por una calamitosa plaga de lesiones.
Por todo ello, no entiendo que mi admirado Frank, abandone su aire estupefaciente para ponerse a cruyffear, precisamente en unos momentos en los que más que nunca debe transmitir a sus jugadores y a todo el entorno azulgrana seguridad, ilusión y confianza.
¡Bon dia, amics!

Nervios en Can Barça

Ganaremos la liga, vale, pero ¡lo que nos hace sufrir esa espera! Frank Rijkaard está irreconocible: bronca a los jugadores, entrenamientos a puerta cerrada (si lo hubiera hecho otro se diría “veto a la prensa”) y expulsión de los periodistas en una conferencia en Vic (si lo hubiera hecho otro…). Pero, ¿de qué vas, Frank? ¿y esa flema? ¿y esa actitud estupefaciente que te hace estar por encima del bien y del mal…? ¿vas a cruyffear a estas alturas, pasando el marrón a los jugadores? ¿acaso dejarás que sea de ellos, y sólo de ellos, el éxito de ganar la Liga? ¿te pones también ahora a vangaalear y descubres en una prensa que te come en la mano a imaginarios enemigos? (porque tu compatriota cabeza de ladrillo sí tenía razones sobradas para ponerse como una moto en presencia del lobby periodístico independiente que actuaba a las órdenes del proboscídeo azul y le hizo la vida imposible).
Comprendo tus nervios, mi admirado Frank, porque cada vez que tienes que sustituir a un titular, eliges la opción equivocada. Y, ante el Getafe de Dortmund, deberás sustituir no sólo a Puyol sino también a Eto’o. Por cierto que aprovecho para felicitar a Mundo Deportivo, en cuyas páginas halla cobijo mi modesto talento, por la espectacular subida de difusión. Al final, los aficionados con criterio y madurez rechazan la prensa teledirigida y pesebrista, no quieren ser tratados como acémilas, creen que para dogmas ya está el Vaticano y buscan en medios como mi querido Mundo Deportivo, a punto de entrar en su centenario, un reconstituyente a su salud mental. Entre esos miles y miles de lectores de Mundo Deportivo, seguro que se encuentran los técnicos del Barça a quienes hoy he lanzado un mensaje desde mi contraportada semanal de los jueves: hay que agradecer que Puyol y Eto’o quieren jugar incluso contra la opinión de los médicos. Pero una de las hipótesis que pretendían explicar la plaga de lesiones que ha sufrido la plantilla azulgrana esta temporada es que Motta, Edmilson, Gabri y Larsson, aceleraron sus reapariciones después de estar lesionados. Por prudencia, parece que la decisión última sobre Eto’o la tendrán los médicos y no el jugador o los técnicos. Sería una barbaridad que, por jugar el domingo, pusiera en peligro su presencia en los seis partidos restantes.
Prosigo con el tema central: También al imitar a sus compatriotas Cruyff y Van Gaal, tan distintos y a la vez tan parecidos, Rijkaard elige la opción equivocada. Porque ninguno de ambos mantenía el autocontrol y la sangre fría en las situaciones límite. El modelo ideal para Rijkaard, que además es con quien presenta más coincidencias de carácter, es sir Bobby Robson.
-Mister, ¿cómo va a afrontar lo que se le viene encima? –le pregunté en una de las cíclicas crisis barcelonistas.
-Cuando llueve, abro el paraguas y espero a que cese la lluvia. Al final, más tarde o más temprano, las nubes siempre desaparecen.
¡Bona nit a tothom, amics!

Nunca caminaremos solos

Hoy es un gran día para el fútbol. Mis oraciones –no a San Siro, un santo del que no soy devoto- fueron escuchadas y los dioses del fútbol me han regalado con la eliminatoria Chelsea-Liverpool que les pedí. Y supongo que a millones como yo. Me encanta ir a contracorriente pero, por esta vez, prefiero estar entre la mayoría de los que paladeamos el fútbol sin apriorismos, sin rencores insanos, sin ajustes de cuentas, sin extremismos. Porque el fútbol es algo para compartir: esa es en origen la idea de este blog, buscar sintonías y afinidades con personas unidas por nuestras coincidencias o por nuestras cordiales discrepancias, pues nada considero tan pernicioso como el pensamiento único…Siempre con el fútbol como pasión compartida. Y necesitamos a nuestros rivales, ¿o es que alguien imagina el fútbol sin rivalidad?. Pero no nos dejamos comer el tarro por gurús resentidos que tuvieron que apearse del tren en marcha y querrían detener los trenes de todos los demás en su estación ya clausurada: ¡Párate, oh mundo, que me apeo!.
Estoy feliz porque tenemos al PSV Eindhoven en una de las semifinales y, aún sintiendo que haya quedado fuera el Olympique Lyonnais (no podían pasar ambos), casi prefiero al equipo holandés porque lo veo un rival más capaz de echar de la competición al Milan. Renuevo mis rezos, esta vez a San Mamés y a la Virgen de la Mercè (que estará cachas porque lleva cinco años en paro forzoso), para que por segundo año consecutivo no tengamos italianos en la final. Por cierto, las semifinales del año pasado fueron Deportivo-Oporto y Mónaco-Chelsea. ¿Ves algún parecido con las de este año? Sólo un equipo repite, ¿has descubierto ya cuál?. Otra pregunta, esta para nota: el año pasado disputaron las semifinales estos entrenadores: Irureta, Deschamps, Mourinho y Ranieri. Sólo uno repite ¿sabes ya cuál?. El año pasado ganó la Copa de Europa un entrenador portugués y es posible que este año también repita, ¿a quién me estoy refiriendo?.
Bueno, amigos: estoy de muy buen humor.
He comenzado esta semana las clases en la Universitat Internacional de Catalunya (llevo ya cuatro horas lectivas en una semana, ¡vaya tela!) y creo que me ha tocado un curso con unos alumnos muy interesantes. Ojalá esté yo a la altura de sus expectativas.
¡Bona nit a tothom!

Rezo por un Chelsea-Liverpool

¡Cómo me hizo sufrir anoche el Chelsea en Munich! De tener en el minuto 89 una ventaja de 6-3, pasó en cinco minutos a un angustioso 6-5, ¡a un gol de la prórroga!. Menos mal que el reloj de Mejuto González no estaba trucado y el equipo londinense se salvó como esos boxeadores que evitan el KO por el gong. Que vuelva pronto José Mourinho donde debe estar, donde deben estar los grandes entrenadores, en el banquillo. Él no hubiera permitido el desorden defensivo y los nervios que colapsaron en los últimos minutos a su jovencísimo equipo, un barco sin capitán.
Que se dedique la UEFA a perseguir a los clubs italianos, que esos sí llevan trazas de convertirse en enemigos del fútbol. Que aplique mano dura para erradicar sucesos como el registrado esta noche en el Inter-Milan, segundo partido de Liga de Campeones inacabado de esta temporada en el calcio(como el Roma-Dinamo de Kiev).
No hace falta decir con quién iré esta tarde en el Juventus-Liverpool. Cruzo ya los dedos para que mantengan o amplíen su ventaja los reds de Anfield Road. Creo que el fútbol recibiría un regalo casi divino si nos brindara a los amantes de este deporte una semifinal europea Chelsea-Liverpool.
En la otra semifinal tendré el corazón dividido. Por un lado, el PSV Eindhoven de Philip Cocu, que es el hombre que ha dado equilibrio y madurez a un equipo sumergido en las procelosas aguas de la mediocridad. Pero delante estará el emergente fútbol francés que ahora lidera el Olympique de Lyon, tan arrogante y generoso en su fútbol como lo fue el año pasado el Mónaco. La misma pena que he sentido ante la certeza de que del Inter-Milan tenía que salir sin remedio un semifinalista, la siento al pensar que el PSV o el Lyon tendrán que quedar fuera.
Pero mientras otros salen de forma vergonzantepor la puerta de atrás, cualquiera de ellos dejará Europa por la puerta grande y con la frente bien alta.

Canguelo y foto finish

En las tertulias de RAC1 y Citytv, me pasé la primera vuelta de la Liga reclamando del barcelonismo un poco de euforia, frente a las voces fúnebres de quienes pedían moderación. ¿Que nos eliminaba el Gramanet?, “Esto nos vendrá bien para tocar con los pies en el suelo”, decía el miserere blaugrana. ¿Empataban en el Camp Nou los chicarrones del Celtic y perdíamos en Milan y Donetz?. “Esto nos rebajará la euforia”, seguían con su kirieleison. Y eso que el equipo tenía unos números magníficos y desplegaba un juego alegre y vistoso.
Pero siempre hay en el barcelonismo una reserva de amargura que, a fuerza de repetirse, se convierte casi en una invocación a la fatalidad. Ahora, tras perder cinco puntos ante el Betis y el Madrid (¡gracias, Pino Zamorano, que sin ti habría sido un set en blanco!), percibo aquella sensación que antecede al pánico.
¿Viene el Getafe? Me recuerda como cuando vino el Rayo Vallecano, ya descendido a segunda división, en la penúltima jornada de hace cinco o seis ligas, nos ganó 0-2 y, adiós liga. Ya imaginamos trasiego de maletines y noto miedo aunque lo diré de un modo más respetuoso que mi colega Tomás Guasch. Por una parte, hemos descubierto que carecemos de un equipo capaz de especular y administrar con avaricia los seis puntos de ventaja. Por otro, su juego mismo ya no es lo que era. Ni lo que era en la primera vuelta de esta temporada ni, por supuesto, lo que fue en la segunda vuelta del año pasado, cuando los desechados Davids, Cocu, Luis García y Saviola, contribuyeron a tener unos promedios de puntuación superiores a los actuales.
¿En qué noto preocupación a mi alrededor? En que más que confiar en el equipo, se confía en que este Madrid no aguantará el tirón de siete partidos. Y en que se considera una proeza haber salido del Bernabeu con el goal average intacto, lo que me invita a pensar que -a diferencia de mi, que creo que la Liga está decidida desde hace semanas- son numerosos los barcelonistas que ya dan por perdidos esos seis puntos y el título se decidirá por ese coeficiente, el equivalente a la foto finish de las carreras.

Fumata blanca, ¿habemus Liga?

Fumata blanca, habemus Liga”. El titular lo tomo prestado de Ricky Romero, el simpar comunicador de Ràdio Barcelona, donde ayer tarde estuve comentando el partido del Bernabeu junto a Pere Valentí Mora (el portero del 0-5), en la retransmisión en catalán. Pues es verdad: “habemus liga”, no porque yo crea que el Barça no la tiene a buen recaudo, sino porque se recobra emoción y una pizca de incertidumbre para que la cosa no decaiga. El propio Barça, en vez de ir del Bernabeu a la Plaza Sant Jaume, deberá dejarse la piel (al menos la epidermis) en los próximos partidos. El resultado, al final, ha sido el más conveniente para los intereses de la competición y los económicos anexos. Como estava previsto.
De todos modos, lo sucedido hoy en Madrid corrobora que el Barça tiene una plantilla corta (los once titulares más Iniesta se han chupado toda la temporada) y que no es el mejor equipo del mundo. Alguna falla debe tener cuando ha perdido en el Bernabeu, en el campo del Betis y en Vila Real. Es decir, con tres de sus cuatro perseguidores. En Copa de Europa perdió en Milán, Stamford Bridge y Donetz (partido intrascendente), y empató en casa con el Celtic Glasgow, los mismos leñadores que hace un año lo eliminaron en la UEFA.
Todo indica que el fútbol está cambiando, que incluso la estética del nuevo fútbol ya no consiste en sobar el balón, en retenerlo o hacerlo circular más o menos rápidamente, sino en poseer un innato sentido de la verticalidad, en jugar con velocidad y en largo en vez de hacerlo con lentitud y en corto, en plantarse delante detrás de la defensa y delante del portero en un par de pases, en sorprender con cambios de juego y de ritmo. Así es como ví jugar yo al Madrid, con un Casillas unigénito, un Beckham sublime, un aguerrido y rapidísimo Roberto Carlos y un Gravesen convertido en apisonadora que aplastó a Iniesta y Xavi. Y algo parecido había percibido al Villarreal en El Madrigal, al Betis en el Camp Nou y al Chelsea en Stamford Bridge.
Y no se trata de la vieja y aburrida canción de resultadistas o partidarios del espectáculo. No se trata de fútbol tostón frente a fútbol bonito, sino que lo que ahora se plantea es la disyuntiva entre fútbol eficaz (pero no a la italiana) o fútbol eficaz (pero a la inglesa, es decir, volviendo a los orígenes de este deporte).
Y el Barça, es decir, el campeón de la Liga española en ciernes, sin enterarse. Y la mayoría de sus seguidores, tras un pertinaz y contumaz lavado de cerebro de un par de lustros, en babia.

¿Morir en Madrid?

Llegó el gran día…para Telefónica y Sogecable que, pase lo que pase en el Bernabeu, ya han ganado. Y, visto el volumen del fabuloso negocio, soy escéptico sobre el resultado. No habría entendido que los creadores de la serie Dallas, en pleno éxito mundial de audiencia, hubieran decidido matar al malvado Jotaerre. Que nadie se ofenda por la comparación pero el J.R. de esta liga es el Madrid. Lleva tiempo moribundo pero, una vez muerto del todo, dejará de interesar. Por lo tanto, conviene un resultado que resucite ese muerto: una victoria madridista. También las casas de apuestas, si es que pueden utilizarse como un moderno indicador de por donde van las cosas, dan el triunfo madridista como la opción más barata.
Y, ¿deportivamente? Ante el Betis, el Barça volvió a cometer los errores que le llevaron a caer en la Copa de Europa: no defender en bloque, tener uno o dos jugadores (Ronaldinho y Giuly), desconectados del resto, dejar demasiada distancia entre líneas. Claro que no tuvo recambio para dos jugadores fundamentales, Márquez y Puyol. Hoy jugará al menos el primero de ellos pero es una incógnita saber cómo responderá el equipo sin Deco. El buen funcionamiento del Barça se ha basado en explotar a tope el equipo titular y cualquier ausencia ha rebajado el nivel del colectivo.
Al Madrid, desde mi punto de vista, le sucede lo contrario: es peor equipo cuando juega al completo de galácticos y al final quienes tiran del carro son los Owen, Solari o Guti. Los Zidane, Raúl, Beckham y Ronaldo tienen hoy la oportunidad histórica de asistir a su propio funeral como equipo.
Comentaremos todo eso por la noche.

Tongo en el Bernabeu

El martes comienzo un nuevo trimestre de clases de Periodismo Deportivo en la Universitat Internacional de Cataluna (UIC). Por primera vez en cinco años voy a incluir la previa como un género del periodismo deportivo. Si el Barça o el Madrid juegan cincuenta o más partidos al año, todos los diarios que tienen a estos equipos como eje central de su información deportiva, redactan más de medio centenar de previas.
Contienen elementos informativos (que si Puyol ya está o no a punto, que si Ronaldinho es duda, Figo va al banquillo); declaraciones (la rueda de prensa de cada entrenador, más los consabidos tópicos de los jugadores); alguna noticia interesante (más de 320 periodistas de todo el mundo acreditados, overbooking en el palco presidencial, las apuestas dan ganador al Madrid, partido de alto riesgo, la reventa hará su agosto…). Pero, lo que más me asombra de las previas, es que si lees la prensa de Madrid, al Barça lo van a pasar por la piedra. Y, si lees la de Barcelona, hay quien no descarta otro 0-5.
Lo que tienen de bueno las previas es que saben a qué tipo de lector van dirigidas y, más que un análisis riguroso del partido, son la expresión de un deseo: el de la hinchada que se supone es a la vez la lectora de cada periódico. ¿Alguien imagina un diario de Madrid anunciando hoy “El Barça viene a machacar”, “El Madrid se encomienda a La Almudena”? Del mismo modo que sería quemado en La Rambla un diario de Barcelona que anunciara: “El Madrid debe reengancharse a la Liga”, “La liga quedará tocada de muerte si gana el Barça”, “Sant Jaume no debe impacientarse”.
En fin, ha sido, es y será así. Pero lo que más me incomoda de este partido que, en mi opinión, carece de trascendencia puesto que la Liga española (como la inglesa, la francesa y la holandesa) ya tiene dueño desde hace semanas, es el volumen de negocio que genera por televisión de pago: entre 2.000 y 3.000 millones de pesetas, me dicen de buena tinta. Me aseguran que 12 millones de ciudadanos de este país están decididos a seguir el partido por televisión. No verlo les condenaría a una especie de autismo social, a quedar marginados como catetos en las tertulias de los próximos días. Porque mucha gente habrá visto todo el fúnebre ceremonial del Vaticano, pero ¿lo habría visto si hubiera sido de pago? ¿Compraría alguien la boda del Príncipe de Gales? Que el fútbol mueva tanta pasta, incluso en un partido que tiene su morbo pero carece de un gran interés deportivo real, es bueno para quienes están metidos en el negocio, incluidos los periodistas deportivos de mi cuerda. Pero me abruman esas cifras y creo que son una amenaza para que el espíritu deportivo, si aún lo está, se mantenga puro.
Como en aquellos culebrones que lo sacrifican todo por la audiencia y adaptan el guión a los gustos del espectador, ¿llegará el día en que el resultado de un partido como el de hoy en el Bernabeu sea el que más convenga al negocio? ¿el que no dé por liquidado el campeonato con siete semanas de antelación?. O sea, un tongo como una casa.

¿Presionó Rijkaard a Frisk?

A todos nos gusta tener la razón aunque dicen que sólo los locos y los niños quieren que se la den aún sin tenerla. Sin embargo, pese a que me repugna casi todo lo que proviene de la UEFA, esta vez preferiría no tener razón y haberme equivocado sobre el linchamiento que desencadenó el partido Barça-Chelsea en el Camp Nou. Pero parece que ya es demasiado tarde. Y que el entrenador del Barça, Frank Rijkaard, que se mostró tan ofendido por las sospechas que el Chelsea había lanzado sobre él, no está inmaculado.
El informe del delegado de la UEFA a ese partido revela que Rijkaard abordó al árbitro Anders Frisk al terminar el primer tiempo y que éste tuvo que llamarle la atención, indicándole que no era ni el momento ni el lugar adecuado para que le formulara observaciones “sobre el partido”. ¿Podría ello interpretarse como que Rijkaard estaba presionando a Frisk…?
Rijkaard caminó junto a Frisk más de un minuto, aunque fuera a paso ligero: desde la entrada al túnel hasta la puerta del vestuario del colegiado. Ese trayecto supone unos escalones primero de bajada (seis o siete), un pequeño pasillo (cinco o seis metros), unas escaleras de subida a los vestuarios (casi 40 peldaños), una salita de distribución (de unos 4x5 metros), desde la que el equipo visitante toma una dirección y el equipo local y el árbitro la contraria. A la puerta del vestuario del árbitro, según el informe, es donde Frisk finalmente pudo sacudirse de encima al entrandor del Barça, con palabras en absoluto ambiguas.
Pero, dejemos que eso lo diga el informe del delegado de la UEFA, Pascal Fratellia, reproducido ayer por la agencia France Presse (AFP):

"L'arbitre nous a dit qu'il avait eu un contact avec Frank Rijkaard depuis le terrain jusque devant la porte (fermée) de son vestiaire", est-il écrit dans ce rapport.
"Rijkaard a voulu dire bonjour à Frisk à l'entrée du tunnel et ensuite a essayé de lui parler en montant les escaliers. Frisk nous a dit qu'il avait alors dit à Rijkaard que ce n'était pas l'endroit, ni le moment pour évoquer une situation du match et lui a demandé, alors qu'il était la porte de son vestiaire (toujours fermée), de rentrer dans le sien", est-il encore précisé.
"Ces révélations viendraient appuyer la version des événements défendue par l'entraîneur de Chelsea, le Portugais Jose Mourinho, qui avait dénoncé l'entrevue entre Frisk et Rijkaard et assuré avoir vu le Néerlandais pénétrer dans le vestiaire de l'arbitre."

Para no hacer más farragoso el tema, no incluyo la traducción. Pero invitaría a Rijkaard (a quien no por esto dejaré de admirar) y a quienes le pusieron como ejemplo de conducta deportiva mientras sometían a su colega Chelsea a un desaforado linchamiento, que la próxima vez no se ofusquen tanto, arrastrados por las simpatías y, mucho menos, por el odio.

Cacos en Stamford Bridge

Confieso que nada me hizo ayer más feliz que ver al Chelsea ganar por 4-1 al Bayern de Munich. Fue entonces cuando el espectro del arrogante José Mourinho quiso darle un premio al joven Mikael Forssell, un finlandés que lleva meses en paro, trabajando duro para recuperarse de una grave lesión. Estuvo cedido por el Chelsea al Birmingham City donde anotó 17 goles y realizó una muy buena temporada. En mi ingenuidad, y cuando el Barça buscaba desesperadamente un hombre-gol, llegué a mencionar a Forssell en Mundo Deportivo como una solución en el mercado de invierno del 2003 para el equipo azulgrana. Ni puto caso.
Volvamos a lo de anoche. Ver que el espectro de Mourinho (pues la UEFA vetó su presencia en el banquillo), realizaba una apuesta tan valiente y a la vez tan generosa, casi me hizo llorar. ¡Qué bofetada para los gurús, los fósiles del fútbol que, en tales circunstancias, habrían echado mano de su Alexanko o de su Manolo Sanchís para asegurar a cal y canto la goleada!. Mourinho, ebrio de arrogancia y creyéndose tocado por los dioses del fútbol, debió pensar desde su retiro: “El quinto, que lo meta Mikael Forssell”. Pero en el fútbol no mandan los dioses sino los gurús y los fósiles, que lo ven como su negocio, un momio amenazado por cualquier intruso. Sueñan con castigarnos con una final Bayern-Milan, porque son carcas a quienes produce pánico cualquier innovación. Por eso llaman pillos a los mangantes, protegen a los piscineros y a los que se arrastran como ánimas en pena. Como Michael Ballack, que se tiró como una foca en el área del Chelsea en el minuto 93 para ganarse el aplauso de todos los enemigos del fútbol, que tanto dicen quererlo.
Con el 4-2, dirán los autodenominados amantes del fútbol, gana en emoción el partido de vuelta. ¡Les importa un bledo que sea mediante un resultado adulterado!. Seguro que si los jugadores del Bayern hubieran encontrado a faltar sus relojes en los vestuarios de Stamford Bridge tras el partido esos fósiles se habrían escandalizado y pedirían para el Chelsea los mayores castigos, por chorizos. Pero, a quienes tratan de robarle en cada partido la Copa de Europa a un mismo equipo, ¿cómo deberíamos llamarlos?

Cocu y Luis García, yerros de Laporta

La atmósfera de adulación y sometimiento mediático que rodea a la directiva de Joan Laporta en el FC Barcelona es como una neblina que les ofusca y les impide ver que no todo lo que realizan es acertado. También perpetran errores. Y acabo de ratificarme en esta convicción después de ver los partidazos que han jugado hoy Philip Cocu y Luis García, goleadores y héroes del PSV Eindhoven y el Liverpool, respectivamente. ¿Por qué no están aún en el Barça? ¿Por malos profesionales? ¿Porque mostraron falta de compromiso? ¿Por observar una actitud negligente? ¿Por peseteros…?
A ninguno de ambos se puede formular un solo reproche por la forma en que se comportaron durante su estancia en el Barça. Con Cocu, al que hace un año ya se rebajó el salario en un 40 %, el club tuvo un comportamiento impropio de la sensibilidad que se atribuye al “més que un club”: mientras Laporta corría a mejorar el contrato a Ronaldinho, ni siquiera recibió a Cocu, el hombre que más partidos había disputado en la temporada y –esta ya es una apreciación subjetiva- el que había ofrecido un mejor rendimiento. ¿Cree alguien que el Chelsea habría eliminado a un Barça con Cocu en su sitio, o que se habría sufrido tanto ante el Betis con el eficiente capitán holandés…?
Y, con Luis García, faltó tiempo para tomar el dinero de su cláusula de rescisión (unos 9 millones de euros, apenas el doble de lo que había costado un año antes), sorprendidos en el club de que el Liverpool se hubiera fijado en él. El Barça no dio mayores explicaciones por la marcha de un futbolista que había sido muy útil a Rijkaard y lo seguiría siendo, pero filtró que se trataba de una operación “buena para las tres partes” y, sobre todo, de “una oferta que ni el futbolista ni el Barça podían rechazar”.
¿Fue un buen negocio deportivo? ¿Lo fue de carácter económico? ¿Cuánto vale ahora Luis García, el jugador fetiche del Liverpool? Y, ¿cuánto cobran él y Cocu? ¿tanto que el Barça tan bien gestionado por Laporta no fuera capaz de ofrecerles? ¿tanto como algunos ilustres, perennes e inútiles suplentes de la plantilla de Rijkaard…?

La Brunete mediática nos castiga

En Madrid se ha valorado más, desde el punto de vista informativo, el triunfo de Fernando Alonso en la Fórmula 1 que el desastroso arbitraje de Pino Zamorano en el Camp Nou. Y eso nos desconcierta por inesperado. ¡Qué semanita nos preparan!, era el común presagio de las primeras tertulias catalanas que abrieron la semana: “Utilizarán el arbitraje para calentar el partido del Bernabeu”; “aprovecharán lo de Pino Zamorano para tapar su pésimo partido de Albacete”; “ya se han borrado del partido Samuel y Guti, a ver qué inventará Ronaldo para quitarse de en medio”; “es que el Madrid, si pudiera, ya firmaría el final de la temporada, porque no acabarán ni segundos”; “el victimismo nuñista ha tomado el puente aéreo y ha aterrizado en Barajas”…
Y ellos, ¡oh, decepción!, callados. El “escándalo” del Camp Nou no abrió ninguna portada, fue la tercera o cuarta noticia en todas las secciones deportivas de la prensa madrileña y, los columnistas de opinión dedicaron su prosa a glosar otros temas o pasaron olímpicamente del asunto. ¡Es que la prensa catalana no ha podido pergeñar ni una simple página con reacciones que valgan la pena!. Y a mi esta actitud tan pasota me inquieta y hasta me ofende, pues no creo que sea producto del desánimo, el desinterés y la convicción de que el Real Madrid ya no tiene nada a hacer en esta Liga (que, por otra parte, sería una posición sensata y realista). No sé, la verdad, no concibo este silencio y comedimiento con que nos castiga la Brunete mediática. Porque a la indignación sabemos cómo responder pero el desdén y la indiferencia, nos desarman.

Pino Zamorano nos robó

Después de poner a parir al Chelsea porque nos metió cinco goles (uno en falta) frente a tres (uno de penalti regalado) y tras haber jugado una cuarta parte de esa eliminatoria con un jugador más, no entiendo el entusiasmo del público del Camp Nou por el empate con el Betis. ¿No habíamos quedado que el Barça nunca admitiría el resultadismo? ¿No iba a derrumbarse nuestro estadio sobre su propio equipo si un día ganaba o empataba del modo como lo hizo ante el Betis, resumiendo: contra diez, con dos penaltis a favor y un gol en la prórroga en un partido sin prórroga?
Yo, que me confieso resultadista, sí reniego a ganar o empatar de ese modo. Y lo detesto porque triunfos así ponen en cuestión toda una temporada del Barça. Porque si somos el equipo al que señalan más penaltis y al que expulsan más rivales, no podremos utilizar ya nunca más esos datos objetivos contra nuestros conspicuos adversarios cuando determinadas estadísticas que nos son peyorativas habían sido el más nutritivo alimento de nuestro victimismo.
Si tiramos cohetes, que yo los oí estallar en el cielo barcelonés, por el inmerecido empate ante el Betis, no podremos creer a nuestros propagandistas, como el escritor estadounidense Franklin Foer, quien en su libro “El mundo en un balón” (del que otro día escribiré unas ácidas líneas), echa mano del estereotipo más rancio y asegura: “Los aficionados del Barça ansían la victoria, pero, más aún, el romanticismo. Y, tal como demuestra su larga historia de derrotas, obtienen más de lo segundo”. Esta vez, el mal árbitro Pino Zamorano nos robó una romántica derrota. Y, más que eso, lo que me apena ver a mis consocios tan campantes cuando pensé que estarían tan compungidos y cabreados, al menos, como yo lo estoy.

Karol Wojtyla, socio del Barça 108.000

Juan Pablo II llevó al Camp Nou mucha más gente que Cruyff, Schuster, Maradona, Ronaldo o Ronaldinho. Porque la única vez en que el estadio barcelonista rozó la cifra mítica de los 120.000 asistentes fue en ocasión de la misa que ofició ahí el Pontífice ahora desaparecido, el 7 de noviembre de 1982. Gran año para el Barça (campeón de la Copa del Rey y de la Recopa) y para el barcelonismo, que pudo ver con cierto orgullo al Camp Nou en primer plano mediático con la picassiana ceremonia inaugural del Mundial de Fútbol. Era un estadio ampliado y modernizado pero tal vez alguien olvidó llevar unas docenas de huevos a las monjas clarisas, la cuestión es que el día en que Juan Pablo II celebró la multitudinaria misa, llovió a mares. Pero, como sucede con los aficionados en partidos solemnes, los fieles soportaron con entereza la inclemencia de los elementos.
Cuando el papamóvil aparcó en las instalaciones del Barça, el presidente Josep Lluís Núñez entregó al Papa el carnet de socio azulgrana, el 108.000, “con carácter vitalicio”. Unos años más tarde, el 19 de febrero de 1987, tan ilustre socio azulgrana recibió en audiencia privada en el Vaticano a una delegación del club, de la que formaban parte no sólo un nutrido grupo de directivos sino también una amplia representación de jugadores y técnicos de todas las secciones. Juan Pablo II se mostró especialmente afectuoso con todos ellos.
Pero el contacto más emotivo de los mantenidos por Karol Wojtyla, el socio 108.000 con el club azulgrana, se produjo, también en Roma, el 14 de mayo de 1999, cuando recibió en audiencia privada a una amplia delegación barcelonista que fue a ofrendarle la medalla del Centenario del club. De la comitiva formaban parte jugadores, técnicos, directivos del momento y también el ex presidente Agustí Montal, invitado como todos sus antecesores. El Papa dirigió a la comitiva un extenso y muy emotivo mensaje que pronunció con una dicción que dejó perplejos a los asistentes por su pulcritud y elocuencia.
Tras dar la bienvenida a la delegación, Juan Pablo II dijo: “Vuestra presencia evoca en mi el recuerdo de vuestra bella ciudad, laboriosa y rica de cultura, que tuve la dicha de visitar en 1982, celebrando precisamente la Santa Misa en el Camp Nou, estadio que es testigo de vuestras competiciones deportivas, y donde se me entregó el carnet de socio de vuestro club”. Y, en un tono afable y paternal, agregó: “Desde el afecto, no exento de admiración que siento hacia los deportistas, os animo a seguir dignificando el mundo del deporte, aportando al mismo tiempo no sólo lo mejor de vuestras fuerzas físicas en las diversas especialidades deportivas, sino también y sobre todo promoviendo las actitudes que brotan de las más nobles virtudes humanas: la solidaridad, la lealtad, el comportamiento correcto y el respeto por los otros, que han de ser considerados como competidores y nunca como adversarios o rivales”.
Juan Pablo II abundó sobre el espíritu de sacrificio, la perseverancia y el autodominio como elementos fundamentales del compromiso deportivo, pero, antes de impartir su bendición apostólica, quiso despedirse de la delegación barcelonista con una manifestación, íntegramente en catalán, que, con la perspectiva de los veintitrés años transcurridos, cualquier deportista honesto podría suscribir en estos momentos: “Deseo que vuestras actividades deportivas sean iluminadas por estas reflexiones. Mi augurio en este año del Centenario es que la participación en los diferentes torneos, eleve vuestro espíritu a las metas más altas. Que en este esfuerzo de crecimiento espiritual y moral os acompañe siempre la protección maternal de la Virgen de la Mercè, patrona de Barcelona, que tantas veces os ha acogido para que le ofrecierais vuestros trofeos”.
Aquel año los augurios del socio 108.000 del Barça se cumplieron por cuatriplicado ya que su club llevó ante la patrona de la ciudad y a la Plaça de Sant Jaume los títulos como campeón de Liga de fútbol, baloncesto, balonmano y hockey sobre patines.
Y, aunque defiendo la aconfesionalidad de un club plural y abierto a todo el mundo como el Barça -fundado por un no católico- no he querido pasar por alto la relación del Papa ahora muerto con el club azulgrana. Una relación que fue más allá de la simple y protocolaria entrega de un carnet. Y que espero que la directiva actual, tan apegada a todo cuanto pueda promocionar al club, no olvide en el partido ante el Betis de esta tarde tener un recuerdo respetuoso para ese ilustre consocio, sin duda el más mediático de todos.
Descanse en paz.

¿Campos de fútbol o pastizales?

En vez de perseguir a los buenos entrenadores, la UEFA podría dedicarse a evitar lesiones de los mejores futbolistas cuando juegan con sus selecciones, como las que han afectado en los últimos días a Arjen Robben y a Carles Puyol, entre otros. La hierba alta debe ser buena como forraje pero no lo es para jugar al fútbol, como tampoco lo son los campos duros, de piso irregular y bacheado. Eso es lo que debería preocupar más a la UEFA en vez de fisgonear en los túneles de vestuarios. Y campos como esos no son adecuados para que los jugadores de los mejores equipos internacionales jueguen a final de temporada con sus selecciones.
Me refiero, por ejemplo, al Pequeño Maracaná de Belgrado, que yo he visitado en dos ocasiones, la primera en aquel partido Yugoslavia-España de hace 28 años, tan recordado en estos días por el botellazo en la cabeza de Juanito, después de las provocaciones de éste al público. Fui como enviado especial del Tele/eXpres y tuve la suerte de llegar vivo al hotel después de cruzar a pie todo Belgrado en compañía de Martí Perarnau, enviado de Mundo Diario. Nos tropezábamos a cada momento con furiosos hinchas yugoslavos que blandían astilladas astas de banderas con gesto amenazador.
La segunda vez fue en ocasión de un Estrella Roja-Barça, de hace 9 años, partido de Recopa (1-1, gol de Giovanni). Gran partido de aquel equipo de Bobby Robson en el que jugaban Vítor Baía, Blanc, Popescu, Stoichkov y los brasileños Giovanni (el bueno) y Ronaldo. Era en pleno conflicto de los Balcanes y recuerdo que en las gradas había un clima de gran pasión patriótica y algunos soldados españoles que pertenecían a las tropas de paz, visiblemente cohibidos. Aquella Recopa fue el último gran título internacional ganado por el Barça, que se impuso en la final de Rotterdam al Paris Saint Germain (1-0, gol de penalti de Ronaldo).
El Pequeño Maracaná sigue siendo el mismo. No ha crecido en ningún sentido sino que, por lo que vi esta vez por televisión, mengua con el paso de los años. El terreno de juego está igualmente impresentable. Es decir, como la UEFA (de la que seguiremos hablando, ahora que el tándem Cruyff-Beckenbauer, con Joan Gaspart en la trastienda, quiere asaltar el poder, pasando por encima del francés Michael Platini).