Old Trafford, el Sevilla y Ronaldinho

Mi mejor partido del fin de semana, sin dudarlo: el Manchester United-Chelsea. El mejor equipo, con diferencia: el Sevilla. Y, el mejor gol, el de Ronaldinho. En Old Trafford ví fútbol del bueno, viril, de choque, de fuerza, jugado a un ritmo trepidante, con defensas bien parapetadas (primero la blue, después los red devils), y delanteros que no se dejan caer al menor contacto. Eso no casa con Drogba, Rooney, Saha o Joe Cole. Ni cuela con Cristiano Ronaldo y Arjen Robben. Grandísimo partido con El Teatro de los Sueños repleto de un público entendido, consciente de que estaba asistiendo probablemente al gran partido de la temporada en la Premier League, incapaz de deprimirse sino feliz, cualquiera que fuera el resultado.
¿El Sevilla? Lágrimas me caían viendo las triangulaciones de esos monaguillos en la catedral, sus mimos con el balón, su modo compacto de replegarse para abrirse en abanicos de colores paresen sus patas. No sé si Juande Ramos tiene buen olfato para prever el futuro de Rijkaard, pero sí tiene desarrollado otro sentido, el del tacto, para modelar un equipazo, justo campeón de la UEFA y no menos digno Supercampeón. ¡Ah, si este Sevilla tuviera la suerte de los campeones! En cualquier otro país que no fuera Ejpaña, llevaría tres o cuatro puntos más.
Y el gol de Ronaldinho, ¿qué añadir que no esté ya cantado a los cuatro vientos? Marcó el importante: el que abre el marcador, el que antes recaía en Eto'o, y el sublime, el que lo cerró con broche de oro. El Villarreal no es el Werder Bremen sino su antítesis, lo opuesto al equipo alemán. Pero los tudescos ya saben que el Barça, inferior como equipo (inferior también al Chelsea, al Manchester y al Sevilla en este aspecto), tiene un factor que puede provocar un cataclismo en el campo. No quiero decir que ya estamos en octavos de final porque suelo equivocarme mucho en los pronósticos y no me corresponde a mi provocar anticipadamente otro cataclismo. Pero hemos recuperado al mejor Ronaldinho en el momento preciso que ya ha hecho algo muy importante: disparar nuestra autoestima y permitirnos soñar.

Positifo: la progresión de Iniesta, que desde el momento en que yo reclamé más goles de los jugadores de segunda línea, ha entendido perfectamente el mensaje. Andresito está que se sale, se escurre como una anguila, no aparece como un peligro en los esquemas de los equipos contrarios y crea unos desequilibrios tremendos en su área, que no sólo se traducen en sus goles sino que Gudjohnsen, Ronaldinho, Ezquerro, etcétera, salen muy beneficiados de sus movimientos. Aunque en lo físico no se parezcan en nada, su protagonismo me recuerda ahora al del mejor Luis Enrique...y tiene cosas hasta de Laudrup.

Nejatifo: que los barcelonistas sigan acudiendo al Camp Nou con pañuelos impolutos y dispuestos a sacarlos a flamear en el momento más inesperado. El sábado ese momento fue el golazo de Ronaldinho, pero ya hay quien ha tomado nota de una costumbre que vivió sus momentos culminantes en la época del Elefant Blau. ¿Será tan feliz la próxima y sucesivas pañoladas de Laporta? Aquí lo comentaremos.

¡Bon dia, bona sort i bon viatge a Ítaca!