Ante el Zaragoza hubo dos partidos: el de fútbol, hasta la expulsión de Motta, justa porque hizo una de sus clásicas estupideces, y todo lo que vino después. Durante el partido de fútbol, no fuimos superiores. En lo que vino después, que no fue fútbol, nos pusimos como el quico. Fuimos un equipo desaforado, sacado de quicio, alocado, frente a otro que no soportó la presión ambiental, intimidado, cobarde...Y, en medio, un árbitro que ya había perdido su autoridad al dejarse presionar de un modo intolerable por el entrenador y los jugadores del Barça. Rijkaard nos está mostrando una faceta que había disimulado mientras el viento soplaba a favor.
Los tres puntos eran de una importancia capital. La forma en que se consiguieron, nuevamente en jugadas a balón parado, corrobora que el Barça ha perdido remate. Y que sigue dando grandes facilidades a las delanteras rivales, si bien el Zaragoza no fue un visitante tan temible como podía esperarse. Salió acobardado y terminó en la habitación del pánico.
Ronaldinho tira las faltas como nadie y levanta al público como el más radical de los agitadores. Aquí le pedíamos que se levantara y corriera. No lo hizo detrás de Diogo, y una vez más su marcador fue el mejor hombre del equipo rival. No corrió (porque su condición física no se lo permite) pero, al menos, anduvo.
Positifo: que el Camp Nou ha vuelto a mostrarse como un fortín, que me ha recordado partidos históricos (Anderlecht, Gotteborg, algunos contra el Madrid...).
Nejatifo: la actitud del entrenador y los jugadores del Barça presionando al árbitro por creer que eran víctimas de un atropello. Una vez más, la imagen de marca que queremos acuñar y transmitir al mundo, se tambalea a la menor contrariedad.
¡Bona nit i bon viatge a Ítaca!
La habitación del pánico
lunes, 13 de noviembre de 2006 | Publicado por Enric Bañeres en 12:08 a. m.
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