Hemos venido a sufrir

Inmenso partidazo el que disputaron el Barça y el Chelsea en el Camp Nou, con juego al límite del reglamento, fuerza, agresividad en el campo, lo que llevó a lgunas acciones antideportivas, y pasión desbordante en la grada. ¿Qué más se le puede pedir al mayor espectáculo del mundo? La pérdida de nervios de Frank Rijkaard al saltar al campo al final para encararse con el árbitro y escupir despectiva y ostensiblemente cuando le dio la espalda, es disculpable. Eran momentos de tanta tensión como frustración pues su equipo había dejado escapar en un minuto una valiosísima victoria y, en esa situación, un minuto -el que nos birló el señor Farina- valía su peso en oro. Disculpado, y confío en que la Uefa no le abra expediente por esto, que sería una mancha negra para nuestro entrenador y, por extensión, para todos nosotros.
Menos disculpa tiene mi admirado Mourinho que, además de reclamar dos penaltis a favor, insistió una vez acabado el encuentro en la propensión al fingimiento por parte de los jugadores del Barça. ¿No acabas de empatar? ¿No tienes lo que querías? ¡Pues déjalo estar de una vez, y...a otra cosa!. Disiento de quienes piden tarjetas rojas. Ya me parece una animalada que se mostraron diez amarillas (4 al Barça, 6 a ellos), porque este tipo de sanciones de supuesta baja intensidad, te dejan sin jugadores clave en partidos decisivos. Lampard, por ejemplo, no jugará en Bremen, donde tanta falta nos hace que puntúen los blues. La verdad es que con un mal árbitro se habrían ido a la calle, por este orden, Motta, Drogba, Márquez y Ricardo Carvalho. Ya sé que muchos habríais aplaudido (sobre todo las rojas a los visitantes), pero a mi me parece que eso (como cuando expulsaron a Drogba hace dos años. a Del Horno en Stamford Bridge o a Lehmann en la final de París), es cargarse el partido, por la desproporción que existe entre la falta y el castigo que acarrea. Y comprendo que lo que acabo de decir es irritante para muchos barcelonistas (y forofos en general), que sólo reclaman de los árbitros aquello que pueda darles alguna ventaja. Pero a mi, en cuanto un partido se queda 10-11, me dan ganas de cambiar de canal. Ya sé cómo terminará.
Ciertamente este era el grupo de la muerte. Y lo sigue siendo. Ahora mismo el Barça es tercero y tiene que disputar el segundo puesto al Werder Bremen, un equipo que en los últimos tres partidos de la Bundesliga ha sacado los siguientes resultados a favor: 0-6, 3-1 (al Bayern de Munich) y 1-6. Es decir, a cinco goles por partido. No lo tendrá fácil el Chelsea para llevarse algo positivo de Bremen ni nosotros para ganarles en el Camp Nou. Pero ese día debemos transformar el grupo de la muerte en el de la resurrección. Así sea.

Positifo: que el Barça dependa de sí mismo y, además de un desplazamiento en teoría fácil al campo del Levski Sofia, tenga la ventaja de campo frente al Werder Bremen. Pero, ojo, que los alemanes nos pasaron la mano por la cara en el partido de ida, donde Víctor Valdés fue una vez más el ángel salvador del Barça, junto a Messi, sin cuyo gol in extremis (1-1), ahora estaríamos aún peor.

Nejatifo: que en sólo veinticuatro horas, la mediática y aplaudida frase de Frank Rijkaard “sólo se quejan los perdedores”, ya había tomado la dirección contraria, lo que demuestra que siempre hay que extremar la prudencia, y más antes que decir a los demás cómo deben comportarse.

¡Qué maco seria un partit de tornada a Ítaca!