La Juve aporta a la final de la Copa del Mundo ocho jugadores, tres franceses (Thuram, Vieira, Trezeguet) y cinco italianos (Buffon, Zambrotta, Cannavaro, Camoranessi y Del Piero). Cuesta creer que ese equipo, que además tiene a Ibrahimovic, Nedved y Emerson, entre otros, necesite ayudas arbitrales para ganar la Liga italiana. Pero multitud de pruebas reunidas por el fiscal que persigue la corrupción en el fútbol de aquel país, así parecen indicarlo. No es que Zambrotta, Del Piero o Emerson llamaran a los árbitros o a quienes los designan para pedir favores. Tampoco hay constancia de que eso lo hicieran Fabio Capello o alguno de sus ayudantes en el cuadro técnico. Las maquinaciones las realizaban las ratas de despacho que hay en todos los clubs grandes (también en el Milan, la Fiorentina y el Lazio, que se sepa hasta el momento). Hasta ahí, todo clarito: hay unos indeseables, con nombres y apellidos, que tienen que pagar por ello.
Pero, ¿hay que bajar de categoría al Juventus por esos escandalosos manejos? Ahí, me opongo con rotundidad. Llevo todo el Mundial leyendo y oyendo en tertulias a las mentes más preclaras de nuestro país y otros, explicándonos la representatividad del fútbol, el orgullo que los argentinos o los ghaneses sienten por su selección, la seña de identidad que el fútbol representa para Togo o Croacia, la función aglutinadora y de autoestima que ejerce en países como Ecuador y Costa de Marfil. ¿Habría que privar a cualquiera de ellos de ir al próximo Mundial si alguno de sus dirigentes o empleados hubiera observado una conducta impropia...? ¿Sería justo?
Bajar al Juventus es castigar a toda una afición inocente, causar graves perjuicios a todos los profesionales no sólo del fútbol sino del entorno (incluído el mediático) de todo gran club. Si esto ocurriera con clubs tan o más representivos de lo que puede serlo la Juve (y estoy pensando en el Barça), una medida de esa naturaleza supondría una afrenta de dimensiones nacionales.
Repito que en ese caso, como en el doping de los ciclistas y atletas, hay nombres propios, responsabilidades muy individualizadas. “Sí, pero el club, los jugadores y la afición, se han beneficiado de esas artimañas de Luciano Moggi y compañía”, me dicen. Es cierto pero, ¿eso prueba su complicidad? ¿Les hace merecedores de castigo? Si la compañía que a mi me suministra la luz la forman una panda de chorizos, ¿me van a meter a mi en la cárcel porque me beneficio de sus servicios?.
Positifo: la actitud valiente de Ludovic Giuly, decidido a pedir explicaciones al seleccionador francés por su exclusión en el Mundial. Aunque Francia gane la Copa del Mundo, yo sigo defendiendo la idea de que Giuly tenía un puesto y habría mejorado a su selección. De acuerdo con que Ribery ha sido una sorpresa (para mí y para casi todo el mundo), pero Astérix reunía más méritos que él para ir y debió hacerlo antes que Malouda, Wiltord, Saha y Govou, entre otros.
Nejatifo: que algunos de quienes procedieron al linchamiento de Iniesta, no hayan reaccionado ni rectificado tras las clarísimas explicaciones del jugador, de su representante (Ramon Sostres) e incluso de las tardías pero inequívocas palabras de Joan Laporta. No me gustaría que una vez que el tema está zanjat i punto, pudiera quedar una reserva de sospecha para utilizarla contra el jugador de forma intermitente y/o persistente.
¡Bon dia, bona sort i Visca el Barça!
¡Salvemos a la Juve!
jueves, 6 de julio de 2006 | Publicado por Enric Bañeres en 11:59 a. m.
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