La ausencia de los virtuosos brasileños en las semifinales del Mundial, que tampoco contarán con la fantasía del argentino Messi, puede producir en muchos aficionados la impresión de que ya no vale la pena seguir enganchado a este campeonato. Allá ellos. Lo que sí está claro es que no ha sido esta Copa del Mundo el escaparate que se creía para esos y otros jugadores (como Iniesta, Reyes, el ausente Giuly), de corte más creativo y habilidoso que atlético. Se impone el músculo, si, pero no lo confundamos con la fuerza bruta. Gana el bloque, porque como las selecciones rara vez juegan como un equipo sino como una heterogénea suma de individuos, quien sabe jugar de forma colectiva, tiene ventaja. Así ganó Grecia, contra todo pronóstico, la Eurocopa de hace dos años. Francia ha ido recomponiendo ese bloque alrededor de la majestuosa pareja Zidane-Vieira. Raramente coincido con Marca pero esta vez fue el deportivo madrileño el que me copió al pedir, casi exigir, la jubilación de un jugador al que yo he visto más que acabado durante todo el año con la camiseta del Madrid. Ante Suiza, en el partido inaugural, toda Francia dio pena. Su punto de inflexión se produjo ante España: ahí explotó Ribery y resucitaron los caballeros de la legión extranjera, los Gallas, Makelele, Zidane, Vieira y Henry, núcleo superviviente (salvo el primero de ellos), del Mundial 98. Si Francia utiliza ese núcleo, Alemania se nutre del Bayern de Munich, Italia del Juventus-Milan y Portugal aún vive de la herencia del Oporto de Mourinho: Nuno Valente, Ricardo Carvalho, Paulo Ferreira, Maniche, Costina, Deco...España hizo lo mismo en el primer partido, al adecuarse al estilo y a los jugadores formados en La Masia, pero lo desmontó después. Domenech, Lippi, Scolari y Klinsmann resistieron las primeras críticas para mantener la idea de unos equipos compactos que han ido creciendo con la competición. Luis Aragonés, en cambio, sucumbió a los halagos que arrancó su equipo en el primer partido y terminó por desmontarlo, como si tuviera celos de su propia obra. En su primer partido, la selección española no parecía el equipo de Luis. Luego, el seleccionador quiso ser él mismo. Y no hay nada peor que un necio obstinado en ser él mismo.
Nejatifo: la escasa participación que han registrado las elecciones del Real Madrid, que no han interesado ni a los electores ni a los medios de comunicación, ocupados en el Mundial. La dudosa legitimidad del presidente electo (Ramón Calderón, ex directivo de Florentino), augura una fuerte inestabilidad en el principal adversario del Barça.
Positifo: que dar a la Unicef el equivalente a más de 20 millones de euros (valor de la camiseta tirando bajo: los chinos pagaban 27, según la prensa afín) y el 0,7 % del presupuesto a la ONU, debe desgravarnos a los socios del Barça, por buenas personas. Que nos ponemos en la línea, nada menos, que de Bill Gates, el hombre más rico del mundo, que acaba de dar gran parte de su fortuna a obras humanitarias.
¡Bona nit, bona sort i Visca el Barça!
El otro fútbol del Mundial
lunes, 3 de julio de 2006 | Publicado por Enric Bañeres en 12:25 a. m.
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