Se masca la tragedia

La guerra psicológica entre el Barça y el Chelsea comienza esta noche en el Carranza y continúa mañana en el derbi londinense Arsenal-Chelsea. Ya no podemos aflojar, no podemos ceder ni un ápice, ni una muestra de debilidad, con o sin Xavi, con o sin Ronaldinho. Conozco al entrenador del Chelsea, endurecido en los años de la intifada mediática del Camp Nou (lo mismo que Ronald Koeman). No le vamos a ablandar con portadas insultantes, ni utilizando los mecanismos que tenemos en la UEFA, donde prefiero suponer que los buenos oficios de Josep Lluís Vilaseca (padre del recién incorporado directivo de Laporta del mismo nombre) habrán sido ajenos al atropello perpetrado sobre Michael Essien. Y, que TV3 no quiera cebarse en la repetición de imágenes de los partidos del año pasado porque lo único que conseguirá es demostrar que la expulsión de Didier Drogba en el Camp Nou fue otro atropello mayúsculo.
Pero, lo pasado, pasado. Ahora lo que interesa es pertrecharse lo mejor posible para la eliminatoria de este año. Eliminatoria en la que Mourinho se juega poco, puesto que, siendo uno de los entrenadores más jóvenes de los 16 equipos clasificados, es uno de los únicos cuatro que ya tiene la Copa de Europa (junto con Hiddink, Capello y Benítez). Nuestro entrenador, Frank Rijkaard, en cambio, nunca ha superado el corte de los octavos de final. ¡Jo, qué corte!. Es normal, por tanto, que se sienta acomplejado ante Mourinho que, a su vez, peca de fanfarrón, arrogante y prepotente. Porque puede, claro: el Times le va a pagar 40 kilos por 13 artículos durante el Mundial. ¿Cuántas enciclopedias tendría que escribir Rijkaard para que le dieran la mitad de esa cifra? ¡Y no digamos las que tendría que escribir un servidor!
Por todo ello me agrada la eliminatoria, que es intrascendente para el Chelsea, un equipo que jamás antes había llegado tan lejos en la Copa de Europa (que solía no jugar), mientras que para el Barça caer por tercer año consecutivo en los octavos de final europeos supondría una trágica pérdida de credibilidad para el entrenador y para todo el proyecto deportivo que capitanean Laporta y Begiristain. ¡Y a las puertas de unas elecciones!
Por todo ello, podeis creerme, deseo sinceramente que el Barça supere la eliminatoria. Oyes: lo digo de verdad. Y no sólo lo deseo yo: también la mayoría de apostantes que se juegan su dinero por Internet, que han reforzado al Barça como primer favorito mientras que al Chelsea, tras el sorteo, lo han bajado a la tercera posición (por detrás de la Juve). O sea, que hay mucho en juego.

Positifo: que Enrik Larsson, a quien yo pondría hoy como titular en Cádiz, esté en la buena forma que demostró ante el Sevilla. Mucho mejor que Messi, que me recordó a Dani el del Betis al querer engañar al árbitro una vez más (lo que le valió una tarjeta y currículum nejatifo).

Nejatifo: que tras haber echado a los violentos del Camp Nou (que ya antes era el estadio más seguro de Europa y calificado siempre como de cinco estrellas) y de tener un equipo que ofrece espectáculo y rebosa figuras mundiales, no consigamos llegar ni por asomo a las cifras de espectadores que consiguieron el tándem Bobby Robson-José Mourinho (y eso que entonces no funcionaba aún lo del “seient lliure” pero sí la tradición de ceder los asientos a amigos y familiares, ahora coartada).

Ánimo Koeman, héroe de Wembley, que lo tienes a huevo para avanzar hacia Ítaca