Eto'o, de pena máxima

En mis cerca de cuarenta tacos de profesión periodística he visto grandes jugadores y jugadores grandes. Para no aburriros con una larga lista daré algunos nombres fácilmente reconocibles por las jóvenes generaciones: Laudrup, Koeman, Zidane, pertenecen al primer grupo; Romário, Stoichkov y Eto’o, al segundo. Y no añadiré más para no herir susceptibilidades si profundizo en las diferencias entre unos y otros.
Lo que sí creo es que los deportistas del primer nivel, ya sean mostruos del ciclismo, pilotos encumbrados en la F-1 y en las motos, tenistas, jugadores de básquet y, por descontado, futbolistas, saben que su profesión no termina cuando pasan por la ducha. Son ídolos, figuras mediáticas, personajes populares las veinticuatro horas del día y los 365 días del año. Han de saber estar siempre al máximo nivel. Pondré dos ejemplos: como lo están Beckham y Ronaldinho.
Aceptar las críticas forma parte del oficio del gran deportista. Ajustar cuentas con la infantería periodística rebaja la categoría de tales personajes. No me imagino a Kluivert, con todos sus defectos, ni a Ronaldo, enfrentándose a los periodistas con recortes de prensa en la mano. ¡Y mira que podrían tener un buen dossier!. Pero, lo que convierte en patético a cualquier deportista es no ya que discrepe de las críticas sino que se crea merecedor de los elogios.
En este sentido, me parecerá grotesco que el premio de Mejor Futbolista de África (que lo obtendría por tercer año consecutivo), se lo dieran a un futbolista que dejó a su selección fuera del Mundial al no atreverse a lanzar un penalti en el último minuto y pasar esa responsabilidad a un suplente del Inter que antes fracasó en el Espanyol.

Positifo: que Brasil siga estando considerada la gran favorita para ganar el Mundial pese a que sólo lo ha ganado una vez en Europa, en 1958, el año de la irrupción de Pelé en nuestro planeta, lo que demuestra el tirón permanente de la canarinha.

Nejatifo: que le incuria y estulticia de la FIFA nos haya deparado un (grandísimo, eso sí), Holanda-Argentina en la primera fase, cuando yo quería que esa fuera la gran final del Campeonato del Mundo (que, pese a todo y si los tejemanejes de la FIFA y los intereses adyacentes no lo impiden, podría darse, como en Chile –cito de memoria- la final fue Brasil-Checoslovaquia que ya habían coincidido en el gruido precisamente de España).

¡Coño! ¿Qué hace el minotauro de Osborne en Ítaca?