Hubo momentos en el partido ante el Celta en que dio la impresión de que el Barça había iniciado las vacaciones noventa minutos antes de lo aconsejable. Como les sucede en ocasiones al Chelsea, a la Juve o al Oympique Lyon, hubo fases del partido, especialmente la primera media hora, en que el rival llegó a creerse capaz de hacer la machada. Eran momentos en que Iniesta y Deco no lograban superar la presión de Oubiña e Iriney; que Oleguer se veía incapaz de evitar las irrupciones de Silva por su banda, que Messi no seguía a Placente y que Canobbio lograba meterle algún buen balón al hercúleo Baiano…
¡Y ahí terminaba la diferencia entre ambos equipos! ¡Ahí morían las ilusiones del Celta, se esfumaban todas sus posibilidades! ¿Por qué? Porque Fernando Baiano no es Samuel Eto’o. Y, ojo, que estamos hablando de un pedazo de delantero centro, otro de esos brasileños manufacturados para la exportación, cortados según la exigencia del mercado europeo, como Adriano, Baptista, Oliveira, es decir, un delantero de la estirpe de Ronaldo: capaz de un formidable trabajo físico, de unos movimientos que terminan por sacar de quicio y de posición a los centrales –Puyol volvió a sufrir lo suyo- pero que, a la hora de definir, no son Eto’o.
Porque es muy difícil igualar hoy en día al delantero centro del Barça. Adriano, Henry o Trezeguet son grandísimos goleadores pero Eto’o ha adquirido en los últims partidos tal seguridad que convierte cualquier remate en gol. Está en una gran racha.
Lo que valora más a Eto’o no es la cantidad de goles que consigue, una cifra que ya le ha convertido en pichichi europeo (17 por 16 de Luca Toni), sino su porcentaje de efectividad: casi todos los goleadores necesitan tres o cuatro ocasiones para meter un gol. ¿Habeis visto al Ronaldo de esta temporada? Necesita cinco para finalmente llevarse un balón con la mano y enchufarlo. Eto’o, de cada cinco mete cuatro. Y todo el tinglado de los premios parece haberle picado en el amor propio. No se ha limitado a quejarse –de un modo inadecuado, desde mi punto de vista- por lo que él considera una clasificación injusta en el Balón de Oro sino que, tras reprochárselo de palabra, en cada partido pone en evidencia a quienes no le votaron.
Para completar un gran equipo, tenemos lo que hay que tener: un buen portero y un grandísimo goleador. Víctor Valdés me da la seguridad de que en los uno contra uno, va a frenar en seco al delantero más intimidador. Claro que tiene algunos puntos vulnerables pero ¿hay algún portero infalible…? Y delante ya tengo la misma impresión que viví en las épocas de Cruyff jugador, cuando contaba con Marcial y Sotil como puntas de lanza, o con goleadores excelsos como Krankl, Quini, Romário y Ronaldo: la sensación de que cualquier balón que les llegue, terminará en gol.
Positifo: que el Barça haya superado el peor tramo de la temporada, con las lesiones y ausencias simultáneas de Xavi, Van Bommel a las que se unieron en un determinado momento las de Márquez y Deco, lo que demuestra la capacidad y calidad de la plantilla, que se sobrepone (como ya hizo el año pasado en condiciones extremas) a cualquier contratiempo.
Nejatifo: que mis colegas madrileños en general, y salvo honrosísimas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, se hayan convertido en palmeros de lujo y dóciles cómplices del desmoronamiento de lo que fue un gran equipo y uno de los clubs de fútbol más admirados del mundo.
Ànim, caganers, tots cap al pessebre d’Ítaca
Tenemos lo que hay que tener
miércoles, 21 de diciembre de 2005 | Publicado por Enric Bañeres en 9:16 a. m.
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