Ronaldinho, cuesta abajo

Pasarse la noche de parranda 48 horas antes de un partido, vulnera el código interno del Barça. Pasarse la noche de parranda sólo unas horas antes de tomar un vuelo intercontinental, cuando acabas de jugar un partido con Brasil –aunque te hayas dosificado-, tres días después de bajar de Colombia donde jugaste otro a más de 2.500 metros, no vulnera el código interno del Barça sino que vulnera directamente los más elementales principios de una persona humana. Y no digamos si esa persona es un deportista profesional, el patrimonio más valioso de un club. Lo de Ronaldinho no es correr como copiloto en un rally, es directamente columpiarse sobre la dignidad del barcelonismo. Ya dije hace unos meses que me parecía increíble que no se le hubieran quitado los galones de capitán después de que el año pasado no apareció por el Camp Nou el decisivo día del Espanyol, donde perdimos la Liga. “Cuando el equipo me necesite, me tendrá”, había dicho. Por suerte esta vez el equipo no lo necesita. Y en esas condiciones de pasotismo, no lo va a necesitar nunca.

Positifo: que las circunstancias abren la puerta de la titularidad a Bojan, Giovani o Marc Crosas. Cualquiera de ellos está suficientemente preparado para entrar en el primer equipo y aportar nuevas dosis de ilusión.

Nejatifo: que el pulso que mantienen Mediapro y Sogecable por el control del fútbol televisado puede hacer gracia a los que hoy gozarán de dos grandes partidos en abierto, el de Villarreal y el de Montjuïc (y crucemos los dedos), pero el fútbol deja de ingresar millones cada jornada, lo que me hace presagiar que se avecinan tiempos muy duros por causa de ese conflicto de ambiciones desmedidas.

¡Bona nit, bona sort i bon viatge a Ítaca!