Mourinho, eres el más grande

Felicito a mi admirado José Mourinho porque no falló al primer match ball e hizo felices a los hombres de buena voluntad, lo cual incluye a muchos seguidores del Chelsea. Si se parasen a pensar un poco, hasta los del Manchester United, los del Arsenal y los del Liverpool tendrían que felicitarse por esta regeneración del fútbol británico que les ha tenido que venir de la mano de un joven estudioso técnico portugués. Mourinho es hoy para la Premier League lo que fue en su momento Arsène Wenger: alguien que vino a poner al día el anquilosado fútbol de las islas.

Pero así como Wenger lo hizo con la clonación de su Mónaco y la importación a mansalva de jugadores continentales o del África francófona, Mourinho ha hecho del Chelsea el equipo más rabiosamente inglés de su campeonato y con muy poquitos fichajes. Porque, quienes dan personalidad al Chelsea son John Terry (mejor jugador del año en Inglaterra), Frank Lampard (para mi, mejor jugador del año en el mundo) y Joe Cole, a quien recuperó para la titularidad en cuanto se lesionó Arjen Robben. Junto a ellos, el irlandés Damien Duff completa el núcleo insular del equipo. ¿Es poco? No si se compara con sus rivales más directos. Además, no se trata tanto del número (4 sobre 11, que sin la lesión de Wayne Bridge serían cinco), sino del peso que esos jugadores tienen en el equipo y la personalidad que le aportan.

Hay quien dice que, con el talonario de Roman Abramovich, así, cualquiera. Pero Mourinho no tuvo los dos años anteriores la fortuna del magnate ruso a su disposición sino el más bien modesto Oporto, y ganó cuanto se le puso por delante. Además, cuando la mayoría de los entrenadores suspiran por disponer del mayor número de estrellas, lo primero que hizo Mourinho al llegar a Stamford Bridge fue imponer las cesiones o traspasos de Verón, Mutu (éste por razones no sólo deportivas) y Hernán Crespo, licenciar a los Babayaro, Hasselbaink, mi amigo Zenden y otros que gravaban la nómina, y reemplazarlos por jugadores con menos renombre pero jóvenes y más útiles para el equipo, como se ha demostrado.

Y empiezo a sentir también admiración por su patrón, Abramovich, pues a pesar de que se dice que su fortuna es ilimitada, veo que la sabe administrar muy bien. Para gestionar las finanzas del Chelsea, no puso a su cuñado o a algún antiguo camarada de la perestroika, sino al número uno mundial en lo suyo, Peter Kenyon, que además se lo arrebató al rival más directo, el ManU. Y, para componer un equipo ganador, tampoco fue a buscar a un ex seleccionador italiano vestido en la calle Spiga de Milán sino al entrenador del campeón de Europa. Tan bueno que no sólo ha ganado la segunda liga de la historia para el Chelsea sino que es él quien ha hecho famoso a un viejo abrigo de Armani.