Él discreto encanto de Asterix

Pensemos en alguna de las grandes películas de John Ford, La Diligencia o, mejor aún, El hombre tranquilo. ¿Alguien se las imagina sin actores secundarios? ¿sin esos fabulosos borrachines (el médico en La Diligencia, el cochero-casamentero en El hombre tranquilo), con sus toques de ironía, picardía y humanidad? Lo mismo sucede en el fútbol: se nos llena la boca hablando de las grandes figuras, queremos que marquen las diferencias, que se echen el equipo a la espalda, que vendan más camisetas que nadie, que desequilibren y en la mayoría de las ocasiones lo único que desequilibran es el presupuesto.
Cuando se habla de que las plantillas de los grandes equipos deben estar compensadas, pocas veces se piensa en esos jugadores de acompañamiento que dan cohesión al equipo aunque raramente aparecen en las portadas o son mencionados por los presidentes. Entre otras cosas porque también poseen la virtud de la discreción, es decir: dan poco que hablar. El Barça ha conseguido reunir una plantilla en la que predomina la clase media alta. De esa categoría sólo excluyo a Ronaldinho y Eto’o, por arriba, y a casi ninguno por abajo (cuyos nombres, además, prefiero omitir).
Pero, el prototipo de ese perfil de jugador me lo da Ludovic Giuly. Y no lo digo ahora, cuando acaba de tener un espectacular final de temporada, sino que siempre tuve una gran confianza en que el pequeño Asterix triunfaría con la camiseta azulgrana. Es el segundo mejor goleador de la plantilla y en 28 partidos incompletos ha marcado 11 goles (uno cada 187 minutos), ninguno de ellos de falta o de penalti. Es el perfecto actor secundario aunque si el banquillo del Barça lo ocupara John Ford, seguro que le daría más minutos de pantalla.