Culebrón Mourinho (penúltimo capítulo)

En las repetidas veces que me he referido al culebrón Mourinho, parece que no han quedado por mi parte claras algunas cosas:
1) Que el innovador técnico portugués, elegido durante dos temporadas como el mejor de Europa por votación popular, rompe los esquemas de muchos dogmáticos que lo ven como un intruso en un negocio que debería estar reservado en exclusiva a quienes han sido antes grandes futbolistas.
2) Que ya antes de los incidentes del Camp Nou, en los que Mourinho tuvo una actuación deplorable (y criticada por mí sin dobleces) había sido sometido a linchamiento y obstinada descalificación por parte de determinados gurús que imponen la ortodoxia barcelonista.
3) Que, a posteriori, se ha convertido en el enemigo exterior, históricamente tan útil para aglutinar al barcelonismo en torno a sus dirigentes, supuestamente amenazados por dicho enemigo.
4) Que la ridícula desmesura en que el barcelonismo ha incurrido ante dicha presunta amenaza, ha llevado incluso a un diputado de la coalición Convergència i Unió (CiU), significado barcelonista, a presentar una pregunta en el Congreso de los Diputados al Gobierno, interesándose por las acciones que se piensan adoptar (se supone que contra Mourinho) tras la eliminatoria entre el Barça y el Chelsea.
5) Que dimitiría gustoso para el resto de mi vida como simpatizante barcelonista, si al Chelsea se le diera por perdida la eliminatoria y repescaran a mi equipo para disputar unas semifinales tras perder en el campo.
6) Que me repugnan las falsas expectativas que he leído y oído a ese respecto, por considerar que lo único que fomentan es la antideportividad y los triunfos de despacho, esos que tanto hemos reprochado y criticado al Madrid del franquismo.
Doy por cerrado este tema, que retomaré en cuanto el Santo Oficio de la UEFA haya enviado a la hoguera a nuestro personaje, al que tampoco me gustaría convertir en un mártir, sino en un entrenador que tiene pocos escrúpulos a la hora de hacer su trabajo mejor que muchos otros que pretenden darle lecciones de ética (ya que no se las pueden dar de fútbol).