¡Adiós y gracias, míster Mármol!

Cuando Rinus Michels se sentó por primera vez en el banquillo del Barça, en la temporada 1971-72, se inició la relación de amoro-odio que ha perdurado entre los holandeses y el barcelonismo. Venía de modernizar y poner en el mapa mundial a un equipo hasta entonces desconocido, el Ajax de Amsterdam, pero era como el misionero que acaba de abrirse camino entre la espesura de la jungla para evangelizar a un poblado indígena. No traía biblia sino un catecismo holandés con las propuestas de lo que iba a ser el mejor fútbol mundial durante todo ese decenio: el fútbol total. Como todos los innovadores, fue un incomprendido, combatido más por sus formas que por la solidez de sus propuestas deportivas. La disciplina que había podido inculcar en los jóvenes y casi "amateurs" jugadores holandeses, fue mal recibida entre futbolistas latinos, acostumbrados a cobrar mucho y correr poco. Su episodio de la botella de champán, presentándose como camarero en la habitación de un hotel donde estaban celebrando una pequeña orgía los jugadores tras una derrota, prueba el difícil encaje de su filosofía en su nuevo club. El apodo de "Míster Mármol" le fue atribuído por la actitud hierática que mostraba durante los partidos -también se le había impuesto como mote "la esfinge", por esa causa- y por la seriedad y nulo sentido del humor que exhibía ante los periodistas. Entre broncas de la grada, gritos despectivos de "¡formatger!" (quesero) y divorcio con la prensa, suavizado por los buenos oficios de su compatriota Theo Stols, decano de los corresponsales extranjeros, salvó su primera temporada azulgrana gracias a ganar la final histórica de la Copa de Ferias ante el Leeds United (2-1, dos goles de Dueñas), que le reportó al club el trofeo en propiedad.
Pero su doctrina terminó por germinar entre el barcelonismo cuando pudo aplicarla con su jugador fetiche: Johan Cruyff, el mismo que lideró la "naranja mecánica", campeona del buen fútbol y ganadora moral de la Copa del Mundo de 1974. Con Cruyff, el peruano Sotil y un florido conjunto de jugadores españoles, Michels ofreció al barcelonismo una de sus noches más hermosas, la del 0-5 en el Bernabeu, anunciadora en el terreno deportivo de la agonía del franquismo. En cinco años como entrenador del Barça en dos tramos (1971-74 y 1976-78) sólo ganó una Liga y una Copa del Rey, pero dejó para siempre en el barcelonismo el gusto por el buen fútbol como factor prioritario, incluso por delante de los resultados. Su legado sigue vivo.