Fractura social barcelonista

Acepto que José Mourinho no es uno de los nuestros. Nunca le dimos bola, porque tuvo la desgracia de llegar al peor sitio y en el momento más inadecuado. Es decir, al Barça de la llamada "fractura social", eufemismo amable que trata de esconder el levantamiento de una parte de la masa social, con el famoso "entorno" tirando de carro, para hacer añicos el club y tratar de reconstruirlo a partir de sus propios escombros. Lo que me da risa es que alguien diga que, con su insolente comportamiento como entrenador del Chelsea, el mejor entrenador mundial de los dos últimos años "se ha cerrado para siempre las puertas del Bará". ¿Acaso no le dimos en su momento con esas mismas puertas en las narices? ¿ha vuelto, pidiéndonos trabajo? ¿podríamos pagarle su minuta actual?. No seamos hipócritas: ¡Cómo íbamos a considerar a Mourinho uno de los nuestros si esa condición se la negamos a Josep Lluís Núñez, el presidente que puso al club en primera línea mundial! Y, cuantos tuvieron el desacierto de entrar -o no salirse- del Barça en el paréntesis que va desde el despido de Cruyff a su entronización como presidente "in pectore", forman parte de la legión de apestados que no merecen sino el desprecio del barcelonismo oficial, autodenominado "integrador". Acabo de percibir satisfacción por el fracaso de Koeman ¡el héroe de Wembley!, en el Ajax, como en su día leímos placenteras crónicas porque el Newcastle había dado la jubilación definitiva a sir Bobby Robson, por no decir que de Van Gaal sólo se escribe "siempre en nejatifo, nunca en positifo"...O de Rexach y de Bakero, lo mismo que de Aito García Reneses o de Valero Rivera. El sistemático y genocida ajuste de cuentas que aplica el "cruyffismo" indica el alto grado de insatisfacción -¿y rencor?- con que una parte del barcelonismo vivió los últimos éxitos del club, tan lejanos que pertenecen todos ellos al llamado "antiguo régimen".