El Valencia se libera de Ranieri

A diferencia de los entrenadores que le precedieron en el Valencia, desde Héctor Cúper hasta hoy, a Claudio Ranieri ni siquiera le ha vencido la polémica “Aimar, sí”, “Aimar, no”. Los resultados han sido tan desastrosos que nadie va a llorar su destitución. Empezando por él mismo, que se llevará un buen pellizco de millones sin necesidad de soportar más una presión que partido a partido le resultaba más agobiante. Ganó la Supercopa de Europa ante el Oporto, con una plantilla que se había paseado un año antes por la Liga española y por la Copa de la UEFA pero luego vino el desplome en la Liga, el no pasar el corte en la Champions y el hundimiento total en la Copa de la UEFA. Mientras Oliveira y Canobbio fueron regalados y triunfan en sus nuevos equipos, La “italianización” (Di Vaio, Moretti, Fiore, Corradi) no le dio frutos y el equipo que había consolidado Rafa Benítez perdió personalidad y empaque con las lesiones de Vicente y Ayala, la tardía incorporación al equipo de Mista (que cedió su puesto de titular), el declive del eje Albelda-Baraja y las intermitencias de Aimar, culminaron con la extravagancia de dejar a Cañizares, más que un jugador, en el banquillo. Ranieri hizo como Johan Cruyff, cuando dinamitó sin razón alguna el “dream team” tras la temporada en que mostró su mejor juego (la de Romário, la 1993-94), herido en su amor propio por el 0-4 ante el Milan en la final de Atenas. Cruyff cavó ahí su tumba como entrenador pero, al menos, era en gran parte artífice de aquella hermosa criatura que él destruyó. Ranieri se ha limitado a encender la mecha de una falla que parecía incombustible.