Las parabólicas nos han cambiado la mentalidad respecto del fútbol. Somos de nuestro equipo, sí, un equipo que en muchos casos no hemos elegido nosotros, como no elegimos a nuestros padres, nuestra cuna, nuestro color de ojos y de piel ni nuestra patria. Pero es nuestro equipo y, aunque sea el más zarrapastroso del mundo, alguna vez habremos estado a punto de llegar a las manos por él. Claro que las parabólicas nos han demostrado que el mundo del fútbol no tiene fronteras, que los genios ya no son patrimonio de cuatro privilegiados, que para ver buen fútbol no hay que viajar a Maracaná o al Camp Nou. Por así decirlo, las parabólicas han sacado al buen fútbol del armario, lo han democratizado, lo han llevado hasta el saloncito de todos los hogares, sigue llegando a los pubs pero también penetra en las tascas más infectas.
A lo que voy es a que cada vez existe una mayor demanda por un tipo de fútbol espectacular, alegre, intuitivo, creativo…Lo decía mi admirada amiga Cristina Cubero ayer tarde en Força Barça: “La gente quiere brasileños porque irradian y contagian alegría”. Es verdad: el rasgo más común entre Ronaldinho y Robinho es que siempre están riendo y eso les provoca una gran corriente de simpatía. Incluso a dos moles como Ronaldo y La Bestia, es difícil que les pillen con el ceño adusto, con la expresión de sufrimiento de esos jugadores a quienes parece que les va la vida en cada balón. Que el Madrid haya cambiado a Figo por un Robinho es sustituir a un penitente de la Semana Santa andaluza, con grilletes en los tobillos por un seise (véase diccionario).
También hay que achacarle o agradecerle a la parabólica, según de que lado esté cada uno, que podamos seguir ese ejercicio de explosión lúdica semanal que es la Premier League. Me decía un colega que asistió al último Chelsea-Arsenal en Stamford Bridge (100 libras en la reventa), que el partido –que vimos por televisión, con aquel churro de Drogba-, le pareció horrendo pero que sólo el ambiente que se vivía en la grada ya compensaba el alto precio pagado. La parabólica nos ha cambiado de momento el gusto, y Cristina tiene razón al decir que entre un fenomenal Ballack o un Vieira, a igualdad o incluso a más precio, Florentino Pérez -¿Florentinho?- se ha decantado por Baptista y Robinho. Es decir, sigue la línea que nosotros le habíamos marcado desde el Barça. ¿Un churro? Si la carta electoral de Beckham no hubiera sido un farol, ¿habría cambiado no sólo la historia del Barça sino la del fútbol mundial…? Ahí os dejo la pregunta.
Y ahora que las parabólicas nos han cambiado el gusto y han rejuvenecido a la gran masa de aficionados, sólo hace falta que se complete la segunda parte del milagro: que nos cambien también el carácter y dejemos de ser tan intransigentes y tan torracollons. Ello no nos proporcionará más títulos ni cantaremos más alirones. Pero nos evitaremos muchos cabreos, nunca perderemos el apetito de cenar y, ¿quién sabe? a lo mejor hasta ligamos más.
Positifo: El partidazo de Iniesta con la selección sub'21 (otro al que no dejan crecer), de la que es líder y goleador. Mientras florecen debates en torno a si debe jugar Belletti, si debe hacerlo Van Bommel, si Oleguer o Márquez, si Edmílson o Motta, si Giuly o Messi...¿quién defiende la candidatura de Iniesta? De nuevo sin ruido, casi como si no estuviera en la plantilla, puede convertirse en el hombre fundamental, el número 12, el seguro a todo riesgo que lo soluciona todo, todo, todo...
Nejatifo: El nuevo contrato de Ronaldinho sin contrapartidas a favor del club mientras que el futbolista ha visto mejoradas sus prerrogativas y emolumentos: maneja al 100 % sus derechos de imagen (o sea que no compartirá las natillas, el chicle, ni las patatas fritas) y se le ha subido hasta el 80 % el sueldo fijo que percibirá frente a un 20 % de variable (cuando el club quería una proporción 70-30).
Saviola demostró anoche que el Guadalquivir también lleva a Ítaca
Cristina Cubero sí que sabe
miércoles, 7 de septiembre de 2005 | Publicado por Enric Bañeres en 12:54 a. m.
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