Sólo dos veces en toda su historia, el Manchester United ha llegado a la final de la Copa de Europa; el Arsenal sólo ha disputado una (la del año pasado) y el Chelsea no la ha alcanzado nunca. En el extremo contrario situaríamos al Milan, que va a jugar su undécima final (ha ganado seis), tres de ellas en las cinco últimas temporadas, incluída la actual. Pero, el fenómeno más pintoresco lo representa el Liverpool: casi se puede decir que es el único equipo inglés de los que ahora cortan el bacalao, que constituye un verdadero peligro cuando sale al continente. Va a disputar su séptima final europea y, de las seis anteriores, ha ganado cinco, un promedio de éxito que supera al propio Milan y al innombrable. Más sorprendente resulta que ese Liverpool que el 23 de mayo va a jugar su segunda final europea en tres años, lleva la friolera de 17 temporadas sin ganar la Liga inglesa. Una travesía del desierto que supera incluso los 14 años más negros del barcelonismo posterior a la final de Berna (1961). Está claro que los equipos ingleses, salvo el Liverpool (reiteradamente considerado el menos inglés), no se habitúan a conducir por la derecha. El complejo con que actuó el Manchester en San Siro, frente a un grandísimo Milan, me hacía pensar por momentos que ese equipo y el de una semana antes en Old Trafford no tenían nada que ver. ¡Ah, si los equipos ingleses, además de arrastrar a varios miles de hinchas, pudieran trasladar sus propios estadios al continente!. Mi admirado Sergi Pàmies sostiene que la magia especial de Anfield en los partidos europeos se debe a la desmedida ingesta de cerveza del público, las horas previas del partido. Me abono a esa tesis, y supongo que el Liverpool lleva 17 años sin ganar la Liga inglesa porque suele jugar los partidos de la Premier a primera hora de la tarde, cuando el público de Anfield todavía no ha pasado por el pub.
Positifo: que Pepe Reina, el héroe de la jornada europea reputado ya como el mejor parapenaltis, me sorprendió al declarar en RAC1 que un penalti bien lanzado es imparable y puso como ejemplo del lanzador perfecto a Bolo Zenden, un despojo azulgrana que en va a tener la recompensa a una larga carrera de gran profesionalidad al disputar una final de la Copa de Europa.
Nejatifo: el ridículo que dos de las mejores estrellas de la temporada, Cristiano Ronaldo y Wayne Rooney, hicieron anoche en Milan, en contraste con el partidazo de Gattuso, el gran Kaká y…¡Clarence Seedorf, uno de los jugadores repudiados en su día por el Madrid, por no responder al perfil galáctico blanco!.
¡Bon dia, bona sort i bon viatge a Ítaca!
Los pacientes ingleses
jueves, 3 de mayo de 2007 | Publicado por Enric Bañeres en 9:16 a. m.
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