Karol Wojtyla, socio del Barça 108.000

Juan Pablo II llevó al Camp Nou mucha más gente que Cruyff, Schuster, Maradona, Ronaldo o Ronaldinho. Porque la única vez en que el estadio barcelonista rozó la cifra mítica de los 120.000 asistentes fue en ocasión de la misa que ofició ahí el Pontífice ahora desaparecido, el 7 de noviembre de 1982. Gran año para el Barça (campeón de la Copa del Rey y de la Recopa) y para el barcelonismo, que pudo ver con cierto orgullo al Camp Nou en primer plano mediático con la picassiana ceremonia inaugural del Mundial de Fútbol. Era un estadio ampliado y modernizado pero tal vez alguien olvidó llevar unas docenas de huevos a las monjas clarisas, la cuestión es que el día en que Juan Pablo II celebró la multitudinaria misa, llovió a mares. Pero, como sucede con los aficionados en partidos solemnes, los fieles soportaron con entereza la inclemencia de los elementos.
Cuando el papamóvil aparcó en las instalaciones del Barça, el presidente Josep Lluís Núñez entregó al Papa el carnet de socio azulgrana, el 108.000, “con carácter vitalicio”. Unos años más tarde, el 19 de febrero de 1987, tan ilustre socio azulgrana recibió en audiencia privada en el Vaticano a una delegación del club, de la que formaban parte no sólo un nutrido grupo de directivos sino también una amplia representación de jugadores y técnicos de todas las secciones. Juan Pablo II se mostró especialmente afectuoso con todos ellos.
Pero el contacto más emotivo de los mantenidos por Karol Wojtyla, el socio 108.000 con el club azulgrana, se produjo, también en Roma, el 14 de mayo de 1999, cuando recibió en audiencia privada a una amplia delegación barcelonista que fue a ofrendarle la medalla del Centenario del club. De la comitiva formaban parte jugadores, técnicos, directivos del momento y también el ex presidente Agustí Montal, invitado como todos sus antecesores. El Papa dirigió a la comitiva un extenso y muy emotivo mensaje que pronunció con una dicción que dejó perplejos a los asistentes por su pulcritud y elocuencia.
Tras dar la bienvenida a la delegación, Juan Pablo II dijo: “Vuestra presencia evoca en mi el recuerdo de vuestra bella ciudad, laboriosa y rica de cultura, que tuve la dicha de visitar en 1982, celebrando precisamente la Santa Misa en el Camp Nou, estadio que es testigo de vuestras competiciones deportivas, y donde se me entregó el carnet de socio de vuestro club”. Y, en un tono afable y paternal, agregó: “Desde el afecto, no exento de admiración que siento hacia los deportistas, os animo a seguir dignificando el mundo del deporte, aportando al mismo tiempo no sólo lo mejor de vuestras fuerzas físicas en las diversas especialidades deportivas, sino también y sobre todo promoviendo las actitudes que brotan de las más nobles virtudes humanas: la solidaridad, la lealtad, el comportamiento correcto y el respeto por los otros, que han de ser considerados como competidores y nunca como adversarios o rivales”.
Juan Pablo II abundó sobre el espíritu de sacrificio, la perseverancia y el autodominio como elementos fundamentales del compromiso deportivo, pero, antes de impartir su bendición apostólica, quiso despedirse de la delegación barcelonista con una manifestación, íntegramente en catalán, que, con la perspectiva de los veintitrés años transcurridos, cualquier deportista honesto podría suscribir en estos momentos: “Deseo que vuestras actividades deportivas sean iluminadas por estas reflexiones. Mi augurio en este año del Centenario es que la participación en los diferentes torneos, eleve vuestro espíritu a las metas más altas. Que en este esfuerzo de crecimiento espiritual y moral os acompañe siempre la protección maternal de la Virgen de la Mercè, patrona de Barcelona, que tantas veces os ha acogido para que le ofrecierais vuestros trofeos”.
Aquel año los augurios del socio 108.000 del Barça se cumplieron por cuatriplicado ya que su club llevó ante la patrona de la ciudad y a la Plaça de Sant Jaume los títulos como campeón de Liga de fútbol, baloncesto, balonmano y hockey sobre patines.
Y, aunque defiendo la aconfesionalidad de un club plural y abierto a todo el mundo como el Barça -fundado por un no católico- no he querido pasar por alto la relación del Papa ahora muerto con el club azulgrana. Una relación que fue más allá de la simple y protocolaria entrega de un carnet. Y que espero que la directiva actual, tan apegada a todo cuanto pueda promocionar al club, no olvide en el partido ante el Betis de esta tarde tener un recuerdo respetuoso para ese ilustre consocio, sin duda el más mediático de todos.
Descanse en paz.