Yo voy con Full Monty

Dos resultadistas de marca mayor, sí, pero ¡que grandísima final nos espera hoy!. Lástima que habrá tan poca gente ante el televisor, aquí, en Barcelona: todos los no resultadistas estarán haciendo cola para ver La venganza de los sith o El reino de los cielos, ante la convicción de que este tipo de fútbol les va a aburrir, un año más. Y, en cambio, yo me relamo ante la imagen de un Liverpool cerrado a cal y canto pero todo corazón y otras vísceras que en la anatomía del ser humano y género masculino se sitúan más abajo, frente a un Milan de pases horizontales, imbuído en la estúpida filosofía de que si tú tienes el balón –aunque sea para no hacer nada- el contrario no lo tiene (¡eso sí que es espectáculo, los últimos 25 minutos del Barça en el campo del Levante!).
Un Milan agobiado ante la avalancha de coraje que se le vendrá encima. La Bella italiana de pasarela y diseño ante la Bestia estibadora portuaria que al final se la llevará al catre. No violada: seducida. Un Milan al que pesa en exceso por su condición de favorito, obligado por el examen ante la historia a no sacar Ambrosinis sino Crespos, a no dejarse humillar como frente al PSV Eindhoven, a demostrar que no está en la final de prestado y por ser quien ha sido más que por ser quien es.
Y, en frente, el verdadero okupa, ¿qué pasa, neng?: ese Liverpool Full monty, descamisado del fútbol, novio en paro de Eleanor Rigby, con un entrenador español que, de haber nacido unos años antes, sólo habría cruzado la frontera para ir a la vendimia francesa o a la siderurgia de Westfalia. Armani contra los top manta, risotto frutti di mare frente al pringoso cucurucho de fish and chips, verdadero bocatti di cardinale cuando el cuerpo debe restablecer sus constantes vitales después de un desmesurado trasiego de pintas Bombardier. Decídete, por favor, y mójate: es el menú de esta noche. Yo ya sé lo que voy a tomar.


¡Força reds, mai caminareu sols...si veniu a Ítaca!