Hoy tenemos fútbol con mayúsculas. ¿Que el Liverpool y el Chelsea decepcionaron en el partido de Stamford Bridge? Más por el cero a cero final que por el juego exhibido en el primer tiempo (y que posteriormente entró en una fase especulativa y de cierto conformismo). Nos deben una y yo confío en que hoy vamos a asistir a un formidable homenaje a este deporte que tantas horas de placer nos proporciona.
Pocos recuerdos de mi carrera como periodista deportivo me son tan gratos como los partidos que mi profesión me permitió vivir en Inglaterra. Empates del Barça en Villa Park, en Old Trafford, victoria sonada en Saint James, ¡grandísima victoria en Wembley! y, en uno de mis primeros viajes a las islas, empate ante el mejor equipo del mundo de aquél entonces, el Liverpool, en Anfield Road (1-1, goles de Thompson y Rexach).
Fue en las semifinales de la Copa de la UEFA de la temporada 1975-76. El Barça había perdido en el Camp Nou (0-1, gol de John Benjamín Toshack), y empató a la vuelta, con el cántabro Laureano Ruiz como entrenador, recambio de la casa para el destituído Hennes Weisweiler. Me permito afirmar que aquel era el mejor Liverpool de todos los tiempos: ese año ganó la Copa de la UEFA y los dos siguientes encadenó sendas Copas de Europa. Un equipazo con Ray Clemence de portero, Kennedy, Thompson, Neal, Case, Heigway, Callaghan... y, el más grande de todos, el pequeño Kevin Keegan. ¡Vaya espectáculo, Mikey Mouse Keegan en un lado y el Gran Johan Cruyff en el otro! ¡Qué privilegiado he sido, ahora que lo pienso!
Tras ese solmene bautismo (hace casi 30 tacos), el fútbol inglés me enganchó para siempre. Sólo somos varios cientos de millones en todo el mundo los que vivimos con similar pasión ese fútbol ritualizado, esa emocionante liturgia, la camaradería forjada en muchas veladas de pub y perfumada en cerveza. Pero no voy a caer en la cursilería de recitar la primera estrofa del himno de los reds, lo único que empiezo a aborrecer, no cuando lo canta ese orfeón que es the Kop y que pone la piel de gallina, sino de tanto oirlo en en voces espúreas y aborregadas.
Yo voy con el Chelsea, no lo niego. Pero si se clasifica el Liverpool también seré feliz, porque el equipo de Rafa Benítez vería recompansado un año en el que las lesiones se han ensañado con su plantilla. Ojalá que Djibrill Cissé, al que descubrí cuando era un juvenil, esté ya en condiciones de dar réplica a Didier Drogba. Y la ocasión de presenciar un deportivo combate entre Steven Gerrard y Frank Lampard es un premio que los dioses del fútbol nos hacen a los hombres de buena voluntad por nuestra devoción y gratitud. Y, para mi archivo sentimental, será la posibilidad de revivir algo parecido a aquel irrepetible duelo Keegan-Cruyff.
Nota erudita.- Comparto la opinión de que la banda sonora de Master and Commander es fantástica. La escena para mí sublime es la penúltima, cuando el comandante Jack Aubrey y el médico Stephen Maturin están en la cámara del primero, y éste toma la prudente decisión escoltar a la Acheron hasta Valparaíso en vez de poner rumbo a las Galápagos. El naturalista a la viola, el lobo de mar al violín, se ponen a interpretar el duetto “La musica notturna di Madrid”, de Luigi Boccherini, y en concreto el conocido y bellísimo fragmento “Los Manolos”. Mientras, la Surprise vira a la redonda por estribor y dibuja sobre el Pacífico el surco semicircular de su derrota.
¡Bona nit i gran Champions a tothom, reds i blues!
¡Todos a Anfield Road!
martes, 3 de mayo de 2005 | Publicado por Enric Bañeres en 12:07 a. m.
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