La baja de Rafa Márquez para el partido del Barça frente al Chelsea en Stamford Bridge constituye un serio inconveniente para el entrenador Frank Rijkaard. El mexicano, tras una poco convincente temporada inicial, en la que no se llegó a acreditar como defensa central ni le arrebató el puesto de medio centro a Philip Cocu, es ahora una de las piezas básicas del equipo. Ha demostrado que es un jugador sumamente competitivo, que aporta experiencia internacional al equipo, un carácter que le hace ser respetado por los rivales y unas dotes de liderazgo que dan solidez al grupo. Eso, en el aspecto anímico. En el deportivo ha entendido bien que su trabajo es de apoyo a los centrales y de tapón cuando suben los laterales al ataque, saca bien el balón y combina también los pases largos y cruzados, al “estilo Koeman”, se muestra duro cuando tiene que atar corto a la estrella del equipo rival –en el Camp Nou, precisamente ante el Chelsea, logró desquiciar a Didier Drogba-, es quien mejor va de cabeza para aprovechar los córners y un gran lanzador de faltas desde media distancia, aunque Ronaldinho las acapara todas, sean o no idóneas a sus condiciones. La lesión muscular de Rafa Márquez no reviste gravedad y, en principio, sólo le apartará del equipo un par de semanas, aunque los diagnósticos de los médicos barcelonistas raramente suelen acertar. Pero su ausencia es de suma importancia ante el encuentro de mañana en Londres, porque habría podido tapar al multifacético Frank Lampard y porque habría evitado que el Chelsea ejecutara con la comodidad que acostumbra las jugadas de estrategia. La lesión de Rafa Márquez también proporcionará un argumento para los supersticiosos, que verán la posición de mediocentro en el equipo azulgrana como “maldita”: no sólo Pep Guardiola se pasó una temporada fuera de combate sino que este año han caído, uno tras otro, Motta, Edmílson, Gerard y, ahora, Márquez.
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