Confieso que nada me hizo ayer más feliz que ver al Chelsea ganar por 4-1 al Bayern de Munich. Fue entonces cuando el espectro del arrogante José Mourinho quiso darle un premio al joven Mikael Forssell, un finlandés que lleva meses en paro, trabajando duro para recuperarse de una grave lesión. Estuvo cedido por el Chelsea al Birmingham City donde anotó 17 goles y realizó una muy buena temporada. En mi ingenuidad, y cuando el Barça buscaba desesperadamente un hombre-gol, llegué a mencionar a Forssell en Mundo Deportivo como una solución en el mercado de invierno del 2003 para el equipo azulgrana. Ni puto caso.
Volvamos a lo de anoche. Ver que el espectro de Mourinho (pues la UEFA vetó su presencia en el banquillo), realizaba una apuesta tan valiente y a la vez tan generosa, casi me hizo llorar. ¡Qué bofetada para los gurús, los fósiles del fútbol que, en tales circunstancias, habrían echado mano de su Alexanko o de su Manolo Sanchís para asegurar a cal y canto la goleada!. Mourinho, ebrio de arrogancia y creyéndose tocado por los dioses del fútbol, debió pensar desde su retiro: “El quinto, que lo meta Mikael Forssell”. Pero en el fútbol no mandan los dioses sino los gurús y los fósiles, que lo ven como su negocio, un momio amenazado por cualquier intruso. Sueñan con castigarnos con una final Bayern-Milan, porque son carcas a quienes produce pánico cualquier innovación. Por eso llaman pillos a los mangantes, protegen a los piscineros y a los que se arrastran como ánimas en pena. Como Michael Ballack, que se tiró como una foca en el área del Chelsea en el minuto 93 para ganarse el aplauso de todos los enemigos del fútbol, que tanto dicen quererlo.
Con el 4-2, dirán los autodenominados amantes del fútbol, gana en emoción el partido de vuelta. ¡Les importa un bledo que sea mediante un resultado adulterado!. Seguro que si los jugadores del Bayern hubieran encontrado a faltar sus relojes en los vestuarios de Stamford Bridge tras el partido esos fósiles se habrían escandalizado y pedirían para el Chelsea los mayores castigos, por chorizos. Pero, a quienes tratan de robarle en cada partido la Copa de Europa a un mismo equipo, ¿cómo deberíamos llamarlos?
Cacos en Stamford Bridge
jueves, 7 de abril de 2005 | Publicado por Enric Bañeres en 12:14 a. m.
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