El día de la mala bestia

Joan Laporta, con el manto protector de Johan Cruyff, parecía estar a resguardo de la ira del zozi. Con un Camp Nou híbrido y asexuado, repleto de guiris, limpio de radicales, con media tribuna de invitados adictos al canapé (había más gente tripeando por el morro en el reservado que gritando en el vestíbulo, tras el partido), Jan parecía a salvo de las convulsiones que sufrieron sus precursores. Pero la gente empieza a hartarse de su prepotencia, de habernos vendido imagen kennediana y embaucarnos con una arenga chavista; de haber demonizado las formas de Núñez para adoptar otras, más propias de Ruiz de Lopera. Que tres balones vayan al palo en vez de ir dentro, no es razón suficiente para sublevar a toda una afición. Que la embauquen, que la engañen, que la menosprecien, sí. Y Laporta ha cometido un error que no había cometido hasta ahora ningún presidente barcelonista, hasta donde yo conozco nuestra historia: menospreciar a la afición...soberana.

Positifo: que Michael Laudrup sea uno de los entrenadores que, por el juego de su equipo, no debería estar en la lista negra de Laporta. Si está vetado por razones extradeportivas, sería denigrante, anticonstitucional y, por descontado, antibarcelonista.

Nejatifo: que todo lo escrito en este blog sea sospechoso de considerarse escrito desde la hipocresía de quien se hace pasar por barcelonista sin serlo y de obedecer tan sólo a intereses personales y/o bastardos.

¡Bona nit, bona sort i bon viatge a Ítaca!