Eliminatoria en la mano

Los árbitros son como los seguratas de las discotecas pijas. Gente marginal, que apenas llega a final de mes pero vive en la contradicción de codearse con supermillonarios de los que sólo pueden esperar una sonrisa compasiva y una propina. Son gente servil y clasista que filtran a todo aquel que no pertenece a lo que ellos consideran una elite. El Sevilla es uno de esos tipos que tratan de colarse en una discoteca exclusiva y los árbitros, sistematicamente, le barran el paso. Ya evitaron que ganara la pasada liga y este año practicamente lo han borrado del mapa: no le permiten terminar casi ningún partido con once jugadores en tanto que dan carta blanca a sus rivales para que les haga una cara nueva, como hizo Diarra con Crespo. Dicho esto, el Sevilla actual es una banda de maratonianos. Gusta porque hace un desgaste encomiable de energías y siempre es de agradecer que los deportistas suden la camiseta. Pero se trata de un despilfarro: entiendo que Dunga, tan amante del juego físico, tenga como suplente a Daniel Alves y que finalmente el Chelsea no lo fichara por considerar que era caro, cuando acaba de pagar 21 kilos por Anelka. El Sevilla es un equipo aparente, capaz de impresionar, crisol del que ha salido la Bestia Baptista o el no menos bestia Sergio Ramos, dos portentos físicos no exentos de clase. Pero me encanta ver a esa manada de becerros dominada por el arte de un Xavi, de un Iniesta, de jugadores que no necesitan hacer kilómetros para demostrar que el fútbol, además de musculatura, también requiere cerebro.

Positifo: que las declaraciones de Anelka, recogidas hoy por La Vanguardia (“Raúl y Morientes dijeron al presidente Sanz que no me querían”), corroboran mis teorías en las que apoyo el fracaso de jugadores como el propio Anelka, además de Karembeu, Seedorf, Makelele y otros de similares características, en el Madrid.

Nejatifo: la caída de Víctor Fernández, otro técnico que vivía en el limbo de los que consideran “irrenunciable” lo del buen fútbol como prioridad. Es decir, otro técnico de los de “mamita, jugamos como nunca, perdimos como siempre”. Es decir, otro técnico destituído que podrá destilar su frustración y proponer sus modelos utópicos como comentarista.

¡Bona nit, bona sort i bon viatge a Ítaca!