Analfabetos, abstenerse

Trataré de explicar en pocas líneas que Roman Abramovich, el dueño del Chelsea y de muchas otras cosas, es un analfabeto futbolístico:
Hace 22 años, cuando Alex Ferguson llegó al Manchester United, el segundo equipo más potente del Reino Unido, tardó temporadas en ganar un primer título (la FA Cup), siete en ganar la Liga y 14 en conseguir la Copa de Europa, aquella del Camp Nou en el tiempo añadido ante el Bayern. Hoy, a sus 66 años, Alex Ferguson está considerado el cuarto mejor entrenador de toda la historia.
Hace tres temporadas, Roman Abramovich fichó a un entrenador que a los 39 años ya había ganado consecutivamente una Copa de la UEFA y una Copa de Europa. Lo fichó para dirigir el Chelsea, que en casi cien años había ganado una liga y nueve títulos más. Un club de la zona media baja de Inglaterra, que salía a título cada diez años. Con su joven entrenador, en tres años, ha ganado dos ligas (el doble que en el siglo anterior), una Copa, dos Copas de la Liga (Carling) y dos Supercopas (Community Shield). Total: siete títulos en tres años, bastante más de los que han ganado Alex Ferguson y Arsène Wenger, en ese mismo período y con inversiones no inferiores en fichajes.
Abramovich, como es un analfabeto futbolístico, y mediante la indemnización de 37 millones de euros, ha cambiado de entrenador: lo hace con los yates, con los aviones y –lo que aún le sale más caro- con las señoras. ¿Por qué no con los entrenadores? ¿No es algo -como los objetos antes mencionados- que él puede comprar con dinero? Él debe creer que ha dado el paso correcto y muchos analfabetos como él, también lo creerán. Como los analfabetos no saben leer y no habrán leído este artículo, con lo que no se van a dar por aludidos.

Nejatifo: que el debate sobre la perola que Norman Foster ha ideado para cambiarle la piel y el corazón a nuestro estadio, se haga a posteriori, cuando nos enteramos anonadados de las cifras que nos va a costar y de la macro operación urbanística con la que Laporta se va a pulir definitivamente el patrimonio del que es depositario en nombre de los socios, y que prometió no vender ni un metro cuadrado.

Positifo: la creciente presión, apoyada por un moderado entusiasmo popular, que los juniors del equipo ejercen sobre los seniors para evitar que estos se apalanquen. Confío mucho más en la humillación que para Ronaldinho representa el ser sustituído por los niñatos en cada partido que todos los códigos internos que, por cierto, para él son papel mojado.

¡Bona nit, bona sort i bon viatge a Ítaca!