Odio las trampas

Escribía aquí el último domingo de mayo: "La jornada de hoy ha sido clave para que el barcelonismo vuelva a cerrar filas en torno a su equipo porque han coincidido dos hechos históricamente complementarios: la sensación de que al Madrid le han echado una mano (el primer gol lo sirve en bandeja Van Nistelrooy de un manotazo), y de que al Barça se le maltrata (la expulsión de Ronaldinho)". ¿Quién nos iba a decir que en la jornada siguiente habría otro escandaloso gol con la mano? Todo es posible en un fútbol, como el español, que tolera la trampa, la aplaude y la fomenta. Y pone en un pedestal a los pícaros que la perpetran. Hace unas semanas, Adriano, el delantero centro del Inter, simuló un penalti ante el Roma. El árbitro picó y el Inter marcó el gol (inútil, porque el Roma ganó el Roma). Pero el comité de competición italiano le impuso una sanción de dos partidos a Adriano por simular una falta. Hasta del país de la mafia y la camorra podemos aprender algo en materia de fair play.

Positifo: lo bien que juega el Espanyol de Ernesto Valverde, al que no me disgustaría ver sentado pronto en el banquillo del Camp Nou. El Athletic suyo también jugaba mejor que el actual y, por más que se le quiere encasillar ideológicamente en el dream team, él sigue una línea mixta (juego bonito pero eficaz), que me recuerda al del tandem Rijkaard-Ten Cate de hace un par de temporadas.

Nejatifo: que incluso con el paraguas de un título ganado en la última jornada y con intercesión del Mallorca, último recurso al que aún debemos aferrarnos, la dirección deportiva del Barça tiene que acometer una profunda tarea de restauración de la plantilla para la que, sintiéndolo mucho, dudo que Txiki Begiristain esté preparado.

¡Bona tarda, bona sort i bon viatge a Ítaca!