El club de los poetas muertos

No por esperada, la noticia de que a Pep Guardiola lo van a enchufar como responsable del depauperado Barça B, ha dejado de inquietarme. Pep es una incógnita como entrenador, un capullo por abrir, y por tal razón es aventurado descalificarlo de antemano. No lo voy a hacer pese a que lo veo como una réplica de Michel en el Madrid-Castilla: estrellándose. ¿Estará preparado para asumir la formación de futuros Puyoles, Xavis, Messis y Valdeses? Me cuesta verlo en ese trabajo en el que hay que inculcar dureza, espíritu competitivo, capacidad de sufrimiento, afán de superación, camaradería, amor a los colores...A Pep le vino todo rodado pero, cuando tuvo que empezar a competir por el puesto, tocó el dos. Fuera del manto protector del barcelonismo, su carrera fue todo un poema: gris en el Brescia, negra en el Roma y para olvidar en México, amén de jalonada con turbios episodios de dopaje. No logró que se le abrieran las puertas de la Premier League ni siquiera las del campeonato argentino, a donde han vuelto el Piojo López, entre otros ilustres veteranos. Es decir: el único entorno que parece darle seguridad es el del Barça, y como entrenador tampoco ha tenido alas para buscarse el sustento lejos de aquí, como han hecho Koeman, Laudrup, Schuster, Bakero...Pep, un mito vivo del barcelonismo, puede introducir a los jóvenes aspirantes a crack en la poesía de Miquel Martí Pol, la música de Lluís Llach y hasta inspirarles en un simbólico viaje a Ítaca. Pero mucho me temo que, más que un club de fútbol, con Guardiola el Barça B se parecerá al club de los poetas muertos.

Positifo: que en Helsinki se detuvo durante seis minutos el partido Finlandia-Bélgica para permitir que una lechuza desorientada que se había posado sobre el larguero de una de las porterías, remontara el vuelo y abandonara el estadio sin sufrir daños. Conmovedor.

Nejatifo: que el presidente del Steaua de Bucarest, Giovanni Becali, que se enriqueció como agente de futbolistas, ha prohibido que por la megafonía de su estadio se emita el We will rock you, de Queen, porque Freddy Mercury era homosexual.


¡Bona tarda, bona sort i bon viatge a Ítaca!