El bochornoso caso Portillo

Lo que el Madrid ha hecho a Javier García Portillo, jugador del Nàstic de Tarragona, no tiene nombre pero sí tiene apellidos: es un claro menosprecio a la Constitución. Porque se le niega al futbolista el derecho a ejercer su profesión y a promocionarse a través de ella, justamente ahora que parece estar en racha y el Bernabeu, campo que ya conoce y donde ha arrancado más de una ovación, sería el escenario propicio a esa promoción. Decir que el Madrid contraviene la Constitución son palabras mayores. ¿En qué me baso para pronunciarlas? En la misma lectura de la Carta Magna de los españoles, que en su artículo 35.1 dice: "Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia". Portillo, que no está cedido por el Madrid sino traspasado al Nàstic, tuvo que aceptar una cláusula en su contrato por la que se le prohibía enfrentarse a su antiguo club. Es decir, se le negaba el derecho al trabajo y a la promoción profesional a través del mismo. Pero hay un aspecto patético, amén de mezquino, en todo esto que en la literatura castellana está tan bien definido por la figura del perro del hortelano, que ni come ni deja comer. El caso Portillo refleja la degradación deportiva y moral del Madrid: antes tenían miedo escénico los jugadores que visitaban el Bernabeu; ahora son los propios (como se dice de Emerson) y el pánico lo produce la posibilidad de que equipos como el Nàstic puedan presentarse al completo.

Positifo: que el Supremo haya condenado a Telemadrid a indemnizar con 500.000 euros a Kluivert, Cocu, Dani, Gerard y Gabri, por haber difundido la noticia falsa de que todos ellos habían recibido prostitutas en el hotel de concentración, en Madrid, la víspera de un partido de Liga en el campo del Rayo, en enero del 2002.

Nejatifo: que César, un joven defensa del Zaragoza, haya tenido que dejar el fútbol después de sufrir un calvario de cuatro operaciones y de sentir fuertes dolores en la rodilla que le trinchó Luis Figo en el Madrid-Zaragoza de enero del 2005. Era el día del debut de César con el primer equipo blanquillo, que le duró 22 minutos, los mismos que su carrera profesional. El Zaragoza ganaba en ese momento 0-1 (Villa) y terminó perdiendo por 3-1.


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