Robinho ya es blanco

Celebro que el Real Madrid haya culminado el fichaje del joven brasileño Robinho, puesto que, desde una posición barcelonista, creo que lo que mete el Madrid en el vestuario no es savia nueva, el arranque de un nuevo ciclo o el inicio de una cultura futbolística. Lo que va a meter en el Bernabeu y Las Rozas es un foco de conflicto. Es el jugador por el que suspira Vanderlei Luxemburgo pero, ¿lo que busca el técnico es reforzar la plantilla o fortalecer su posición personal? ¿Busca lo más conveniente para el equipo o para él, que no es precisamente un entrenador que despierte unanimidades entre el madridismo?
Los binomios formados por un futbolista-estrella y su entrenador de cámara no siempre han funcionado. Michels-Cruyff, en el Barça, una liga sobre cinco; Maradona-Menotti, caca de la vaca; Valdano-Redondo, ni fu ni fa; Venables-Hughes, siniestro total; Ranieri-media Italia, sonado fracaso…Van Gaal-todo el Ajax, sin comentarios.
Pero no me gustaría convertir a Robinho en otro de mis discos rayados (no rallados, como escribe alguno). Con Laporta ya tengo el cupo, porque si no este blog va a parecer la tienda-almacén de John Cusack en “Alta fidelidad” (peliculón, por cierto). Robinho no ha pasado por la necesaria adaptación al fútbol europeo, está inmaduro para asumir la responsabilidad que cargará en el Madrid, viene de la mano de un entrenador cuestionado, coincidirá con la marcha de jugadores de culto para un influyente sector de la prensa y aterriza con la “urgencia histórica” de las dos temporada sin títulos, de las que no es culpable pero que se le imputarán como si lo fuera.
¿En qué me baso para hacer esa descripción tan apocalíptica? En la mucha mili que llevo en esto del periodismo deportivo.Y, para no extenderme, puesto que este espinoso aspecto ya lo desarrollé en un polémico comentario anterior, en Robinho concurren las mismas circunstancias que convirtieron en un calvario el paso por el Madrid de Didí, Cunningham, Freddy Rincón, Vítor, Anelka, Karembeu, Julio César, Makelele, Geremi, Flavio y Eto’o.
Ya sé que algunos de ellos no tenían nivel para triunfar en el Madrid pero otros sí tenían nivel para triunfar en cualquier gran equipo, salvo en uno que arrastra una mala fama mundial como racista. Y que esa actitud no sólo se cebó con esos jugadores –o con los de la selección inglesa, Wright-Phillips y Ashley Cole-, sino con técnicos como Jorge Valdano y Carlos Queiroz.

Positifo: Honrar la memoria de Joan Gamper cuando se cumplen (dentro de diez días) 75 años de su muerte. No dedicó al club azulgrana los mejores años de su vida sino su vida entera. Tras la clausura del Camp Nou en 1925, fue condenado al exilio. A su vuelta, tuvo que renunciar a cualquier cargo público –o relacionado con el Barça- y, cuando más ayuda necesitaba, encontró a su alrededor un miserable vacío. La historia ha reparado esa injusticia y Gamper es la figura del barcelonismo más admirada y recordada (una calle, el trofeo y la Ciutat Esportiva llevan su nombre, tiene un “espacio Gamper” en el Museo y numerosos libros han perpetuado su obra y su memoria). Referirse a nuestro fundador como “el gran olvidado”, sólo se debe a ignorancia o mala fe.

Nejatifo: Que los actuales Estatutos del Barça fueran inspirados por un selecto núcleo de “antinuñistas” para que ningún presidente pudiera interpretarlos a su conveniencia y, a las primeras de cambio, Laporta quiere realizar el único acto de soberanía de los socios, las elecciones, cuando a él le plazca. Ya sé que hay quien dice que las elecciones no son lo más importante, que lo único importante son los títulos y que la pelotita entre. Pero Laporta, que puso (y perdió) hasta 12 demandas al Barça por cuestiones estatutarias, no puede compartir esa opinión. Porque Laporta se pasó varios años dando el coñazo (echando sobre el club una basura que no pudo probar) de que votaban los muertos pero él ahora impide que voten los vivos.

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