Laporta quema a Rijkaard

¿Alguien se imagina a Deco afirmando "Rijkaard no me quería, prefería a Ballack"? Y, ¿qué pensaríamos de Eto'o si mañana saliera diciendo "me ficharon cuando fallaron las opciones de Trezeguet y Baptista"? O que Oleguer se descolgara con "he jugado porque no ficharon a la prioridad de Rijkaard, que era un central"...O que el propio Ronaldinho reconociera que si está en el Barça es porque Beckham ya había cerrado su contrato con el Madrid. ¡Qué mal estilo, diríamos!.
Pues mucho peor que todo eso me parece la posición de un entrenador, empleado del club, recriminando la labor de un vicepresidente. Y eso es lo que ha hecho Frank Rijkaard con Sandro Rosell, inducido a implicarse en una crisis de la directiva, obligado por puro estómago agradecido a tomar partido por el bando del presidente al que ya lamió salva sea la parte en la fiesta del Camp Nou, vitoreándole.
Sin oposición, sin entorno, con una liga en las manos y la joven, ambiciosa e ilusionada directiva del cambio radical ya va a puñaladas. Ni siquiera se pueden buscar enemigos exteriores para que carguen con el mochuelo de la desestabilización: los medios de comunicación comen en la mano del presidente, el tripartito bastante faena tiene con el Carmelo, la tradicional oposición es la que gobierna, el campo se llena, los chinos -con la viuda de Mao a la cabeza- son todos culés...Y, sin embargo, ellos van a puñaladas traperas. Claro que llevando de compañero-jefe de viaje a quien llevan, ellos mismos se pusieron fecha de caducidad.
El problema surgió en cuanto Sandro Rosell impuso sus criterios deportivos a los del asesor presidencial (no menciono al títere secretario técnico, por considerar que ni pincha ni corta). La
popularidad de Rosell, como impulsor del "círculo virtuoso" gracias al fichaje salvador y salvífico de Ronaldinho, le creó tantos amigos y admiradores fuera del club como enemigos dentro. El haber colocado en el Barça a varios de sus antiguos colaboradores en Nike, hizo reaccionar a Ferran Soriano, temeroso de que se le escapara de las manos el control del aparato del club.
Paralelamente, influencias personales, familiares y de entidades financieras que tienen al presidente cogido por el escroto, provocaron el distanciamiento entre éste y el hombre que le derrotaba en todas las encuestas sobre popularidad, tanto si las realizaba el club como si eran impulsadas por medios externos. Del recelo se pasó a la desconfianza y de esta al rechazo. Rosell quedó apartado de cualquier decisión directiva (¡ahora Rijkaard dice que es que no acude!), mientras los correveidiles del presidente y la prensa adicta se encargaban de presentarlo como un apestado.
Todo ha salido a pedir de boca. Incluída la manipulación de dos empleados del club, el entrenador y su ayudante, empujados a salir a la palestra para ponerle a parir. ¡Qué mal me sabe por Rijkaard, a quien tanto admiro! ¡Qué error, que inmenso error! Rijkaard se ha lanzado al cuello de Rosell y ha exhibido una faceta servil que algunos creíamos privativa de otros modelos de entrenador. Contraviene todos los códigos -salvo los de Cruyff, que se sublevó contra las directivas del Ajax y del Barça- que un entrenador juzgue de forma dura y pública a un alto directivo, aunque le hayan inducido a ello de forma grosera.
Hay quien se pregunta que cómo es que esta directiva no tiene una oposición, cuando ellos mismos acuñaron la idea -documentada y propagada incluso en universidades londinenses de pacotilla- de que "la oposición -o sea, ellos- eran la única garantía de demoscracia en el club". Realmente, con esta directiva que al primer éxito ya se saca las tripas, a la oposición le quedaría poco trabajo por hacer.


¡Hasta el lunes y ya veo que a Ítaca llegaremos en cuadro!