Tongo en el Bernabeu

El martes comienzo un nuevo trimestre de clases de Periodismo Deportivo en la Universitat Internacional de Cataluna (UIC). Por primera vez en cinco años voy a incluir la previa como un género del periodismo deportivo. Si el Barça o el Madrid juegan cincuenta o más partidos al año, todos los diarios que tienen a estos equipos como eje central de su información deportiva, redactan más de medio centenar de previas.
Contienen elementos informativos (que si Puyol ya está o no a punto, que si Ronaldinho es duda, Figo va al banquillo); declaraciones (la rueda de prensa de cada entrenador, más los consabidos tópicos de los jugadores); alguna noticia interesante (más de 320 periodistas de todo el mundo acreditados, overbooking en el palco presidencial, las apuestas dan ganador al Madrid, partido de alto riesgo, la reventa hará su agosto…). Pero, lo que más me asombra de las previas, es que si lees la prensa de Madrid, al Barça lo van a pasar por la piedra. Y, si lees la de Barcelona, hay quien no descarta otro 0-5.
Lo que tienen de bueno las previas es que saben a qué tipo de lector van dirigidas y, más que un análisis riguroso del partido, son la expresión de un deseo: el de la hinchada que se supone es a la vez la lectora de cada periódico. ¿Alguien imagina un diario de Madrid anunciando hoy “El Barça viene a machacar”, “El Madrid se encomienda a La Almudena”? Del mismo modo que sería quemado en La Rambla un diario de Barcelona que anunciara: “El Madrid debe reengancharse a la Liga”, “La liga quedará tocada de muerte si gana el Barça”, “Sant Jaume no debe impacientarse”.
En fin, ha sido, es y será así. Pero lo que más me incomoda de este partido que, en mi opinión, carece de trascendencia puesto que la Liga española (como la inglesa, la francesa y la holandesa) ya tiene dueño desde hace semanas, es el volumen de negocio que genera por televisión de pago: entre 2.000 y 3.000 millones de pesetas, me dicen de buena tinta. Me aseguran que 12 millones de ciudadanos de este país están decididos a seguir el partido por televisión. No verlo les condenaría a una especie de autismo social, a quedar marginados como catetos en las tertulias de los próximos días. Porque mucha gente habrá visto todo el fúnebre ceremonial del Vaticano, pero ¿lo habría visto si hubiera sido de pago? ¿Compraría alguien la boda del Príncipe de Gales? Que el fútbol mueva tanta pasta, incluso en un partido que tiene su morbo pero carece de un gran interés deportivo real, es bueno para quienes están metidos en el negocio, incluidos los periodistas deportivos de mi cuerda. Pero me abruman esas cifras y creo que son una amenaza para que el espíritu deportivo, si aún lo está, se mantenga puro.
Como en aquellos culebrones que lo sacrifican todo por la audiencia y adaptan el guión a los gustos del espectador, ¿llegará el día en que el resultado de un partido como el de hoy en el Bernabeu sea el que más convenga al negocio? ¿el que no dé por liquidado el campeonato con siete semanas de antelación?. O sea, un tongo como una casa.