Ruido y furia merengue

El Barça ya está más cerca de ganar su séptima liga en los últimos quince años, es decir, al promedio de casi dos por año. No se entra en ninguna nueva era, no se sale de ningún largo túnel, no se llega a la ribera de ningún desierto sino que se restablece en cierto modo una normalidad. Una normalidad truncada cuando en el seno del propio club se produjo el doloroso alzamiento que muchos recordamos con pesar y con el mismo espíritu de reconciliación que apreciamos en la parte contraria.
La séptima de nuestras últimas ligas, las del fútbol contemporáneo, las de verdad, no las de cartillas de racionamiento ni conseguidas bajo dictaduras, está al caer. Y me alegra que sea con un Barça brillante, recuperado deportiva y anímicamente de su tropiezo ante el Chelsea (que le llevó a perder la brújula ante el Betis y el Madrid). Fantástico el 0-4 del Barça en La Rosaleda de Málaga, porque respondió sin pausa a un agónico triunfo del Madrid sobre el Villarreal. Reconozco que, por primera vez en la temporada, el Madrid está a la altura del Barça desde hace tres jornadas. Por primera vez le planta cara, trata de presionarle e incluso le plantea una guerra psicológica. Pero pincha en hueso, primero porque llega tarde y, segundo, porque este Barça está muy fuerte, muy seguro de sí mismo y es muy competitivo. Ha renunciado a determinados alardes suntuarios de su juego para hacerlo más eficaz. Da lo mismo que falten Puyol y Eto’o en un partido y Márquez al siguiente, en el que Ronaldinho (hablo de Málaga), apenas asomó. Es todo el equipo el que se ha conjurado, aparecen los hombres del segundo nivel, los Oleguer, Giuly (¡portentoso!) o Gerard, imprevisible, para mandar su recado al Bernabeu.
Y, lo que son las cosas, ahora es el Madrid el que incurre en el victimismo. Entras en la web oficial del club, y te parece estar leyendo el libro de Alfredo Urdaci Días de ruido y furia. Cobran vigencia ahora en mi memoria los gritos de Luis Figo a la multitud que aclamaba en la Plaza de Sant Jaume al Barça ganador (la sexta de esas siete ligas), invitándoles a cantar: “¡Madrid, llorones, saludad a los campeones!”.